Cantar de los cantares: Capítulo 5 declaración

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Cantar de los cantares de Fray Luis de León
Capítulo 5 declaración

1. "Venga el mi Amado a su huerto".

Como acabó de hablar en huertos el Esposo, la Esposa, avisada de ello, acuérdase de uno que tenía su Amado, que por ventura es el mismo de que hizo la comparación arriba dicha; y ruégale que se deje ir donde van, y que se vayan allá juntos a comer de las manzanas. O, por mejor decir, porque le había hecho semejante a un hermoso huerto y deleitoso, y ella agora por estas palabras, encubiertas y honestamente, se le ofrece así y le convida a que goce de sus amores. Como si más claro dijera: «Pues vos me hicisteis semejante a un jardín bello, ¡oh amado Esposo!, y dijisteis que yo era vuestro huerto ¡Vos, venid, Esposo mío, coged, y comeréis de los buenos frutos, que en este vuestro huerto tanto os han contentado!».

A lo cual responde el Esposo, diciendo:

2. "Vendré a mi huerto, Esposa mía, hermana mía."

En lo cual dice que, pues ella le convida con la posesión y con la fruta de su huerto, a él place de venir a él y hacelle suyo, que por tal le tiene, siendo él y su Esposa, una misma cosa. Y porque la nombra debajo de figura de huerto, y dice que vendrá a solazarse en ella, prosiguiendo por las mismas figuras, dice, no por las mismas palabras sencillas, sino por rodeo y señas, explicando con gentiles palabras todo lo que suele hacerse en cualquier deleitoso huerto, cuando algunas gentes se juntan en él para vacarse y tomar solaz; que no solamente cogen olorosas flores y yerbas, pero también suelen comer o merendar en él o llevan viandas y vino, y allá cogen de las frutas que hay. Por eso dice el Esposo: "Comí mi panal con mi miel", como si dijera: «Yo verné prestísimo a este mi huerto, y cogeré la mirra mía con las demás flores que en él se crían; comeremos en él frutas dulcísimas, a las cuales mi Esposa me ha convidado, y panales de miel, que allá en el huerto hay, y mucha leche y mucho vino, de manea que os regocijemos mucho».

Y, como si estuviese ya en él, convida a sus compañeros los pastores que beban y se regocijen, como suelen decir los amigos que conciertan de ir a algún jardín: "«Iremos allá, comeremos y regocijarnos hemos hasta embeodarnos»". No porque ha de ser así, sino por un encarecimiento de lo mucho que se desean solazar. Y así dice: "«Comed, compañeros, y bebed hasta que os embeodéis»", como se suele decir en los convites alegres, cuando con regocijo se convidan unos a otros. Y esto para declarar el Esposo la determinación y deseo que tenía de regocijarse y deleitarse con su Esposa, que es aquí la que es señalada huerto, de quien se habla.

La palabra vine, que es del tiempo pasado, declaramos del tiempo venidero, diciendo yo vendré, y así mismo las otras comí, cogí, bebí; cogeré, comeré, beberé, porque es cosa muy usada y recibida en la Sagrada Escritura poner pasado por futuro, y futuro por pasado. Y esto se ve en todas las demás promesas que la divina palabra hace por sus profetas, para demostrar que son tan ciertas como si fuesen ya pasadas y cumplidas; y así en los Salmos las cosas que se esperan, muchas veces se dicen por tiempo pasado, como es aquello: «Mi ojo despreció a mis enemigos», por decir que los despreciará.

Ytem, diciendo leche y vino, y panales de miel, a la letra se guarda el decoro y conveniencia de la persona que habla; porque una pastora semejantes comidas usa, con el abundancia de ellas se deleita mucho, como los delicados con las soberbias comidas.

Hase de entender aquí que, dicho esto, se fue el Esposo, y vino la tarde y se pasó aquel día, y amaneció otro, y la Esposa cuenta lo que en aquella noche le había acontecido con su Esposo, que la vino a ver y llamó a su puerta y por poco que se detuvo en abrirle, se tornó a ir; que fue causa que ella saliese de su casa perdida de noche y se fuese a buscalle, lo cual todo cuenta y cada cosa en particular con extraña gracia y sentimiento.

3. "Yo duermo, y mi corazón vela."

Dícese del que ama que no vive consigo más de la mitad, y que la otra mitad, que es la mejor parte de él, vive y está en la cosa amada. Porque como nuestra alma tenga dos oficios, uno de criar y conservar el cuerpo, y el otro, que es el pensar e imaginar ejercitándose en el conocimiento y contemplación de las cosas, que es el mayor y más particular o principal, cuando este oficio que es de pensar e imaginar, nunca lo emplea en sí, sino en aquella cosa a quien ama, contemplando en ella y tratando siempre de ella; solamente obra consigo las obras de su cuerpo aquello primero, que es un poco de su presencia y cuidado, cuanto es menester para tenerle en vida y sustentarle, y aun esto no todas veces enteramente. Esto así parece supuesto y simplemente, sin más filosofar en ello más, nos declara la grandeza del amor, que en este lugar muestra la Esposa diciendo: "Yo duermo, y mi corazón vela". Porque dice que, aunque duerme, no duerme del todo ni toda ella reposa, porque su corazón no está en ella, sino en su Amado está siempre; que como se ha entregado al amor y servicio de su Esposo, no tiene que ver con ella en su provecho, que el uno querría huir los trabajos del amor; mas el corazón dice: yo los quiero sufrir. Dice el que ama: grave carga es ésta. Responde el corazón: llevarla tenemos. Quéjase el amante que pierde el tiempo, la vida y la esperanza; halo el corazón por bien empleado todo. Y así, cuando el cuerpo duerme y reposa, entonces está el corazón velando y negociando con las fantasmas del amor, y recibiendo y enviando mensajes. Y por eso dice: "Yo duermo, y mi corazón vela"; que es decir, aunque yo duerma, pero el amor de mi Esposo y el cuidado de su ausencia me tiene sobresaltada y medio despierta, y así oí fácilmente su voz.

O podemos decir que llama al Esposo su corazón, por requiebro, conforme a lo que se suele decir comúnmente. Y según esto, dice que, cuando ella reposaba, su corazón, esto es, su Esposo, estaba velando; que es un lastimarse de su trabajo y mostrar lo mucho que de él es querida. Lo cual es muy propio a Dios, cuyo amor sumo y ardientísimo con los hombres se va declarando debajo de estas figuras; que muchas veces, cuando los suyos están más olvidados de Él, entonces por su grande amor los vela y los rodea con mayor cuidado.

Voz de mi Esposo. Dice que al punto que ella despide el sueño, (el cual, por causa de traer alborotado y desasosegado el corazón, tenía ligero), llega el Esposo y llama a la puerta, cuya voz ella bien conoce, el cual decía así: "Ábreme, hermana mía"..., que todas son palabras llenas de regalo, y que muestran bien el amor que le traía vencido. Y en este repetir cada palabra y tantas veces, muestra bien el afecto con que la llama, para moverla a abrir aquel de quien tanto es amada.

Acabada mía. El amor no halla falta en lo que ama; así lo dice Salomón: "«El amor y caridad encubre mucho la muchedumbre de los pecados»"; esto es, hace que no se echen de ver los defectos del que es amado, por muchos que sean. Y a la verdad, la Esposa, de quien se habla aquí, que es la Iglesia de los justos, es en todas sus cosas acabada y perfecta, por el beneficio y gracia de la sangre de Cristo, como dice el Apóstol. Y por eso dice acabada mía; como si dijese: «por mí y por mis manos y trabajo hermoseada y perfeccionada, y vuelta así linda y hermosa como la paloma».

Y porque no puede sufrir quien ama de ver padecer a su amado, dice: "Que mi cabeza llena es de rocío". Que es decir, «cata que no puedo estar fuera, que hace gran sereno, y cae grave rocío del cual traigo llena mi cabeza y cabellos». En que muestra la grande necesidad que tenía de tomar reposo, y obligar a que abra con mayor brevedad y voluntad.

Esto decía el Esposo. Mas ella, así que lo oyó y comenzó a decir entre sí con una tierna y regalada pereza:

4. "Desnudeme mis vestiduras".

Que es decir: «¡Ay cuitada! Yo estaba ya desnuda, ¿y tengo de tornarme a vestir? Y los mis pies que ahora me acabo de lavar, ¿téngalos de ensuciar luego?». En lo cual se pinta un melindre muy al vivo, que es común a las mujeres, haciéndose esquivas donde no es menester; y aun muchas veces, deseando mucho una cosa, cuando la tienen a la mano fingen enfadarse de ella y que no la quieren. Había la Esposa deseado que su Esposo viniese, y dicho que no podía vivir sin él ni una hora, y rogándole que venga, y despertando con alegría a la primera voz del Esposo y al primer golpe que dio a la puerta; y agora que lo ve venido, ensoberbécese y empereza en abrirle, y hace de la delicada por hacerle penar y ganar aquella victoria más de él. Y dice, poniendo otras excusas: "«Desnudeme en mi cama mi vestidura, ¿cómo me la tornaré a vestir, que estará fría? Lavéme mis pies poco ha para acostarme, ¿téngalos ahora de ensuciar poniéndolos en el suelo?»". Que es gentil trueco éste; que viene el Esposo cansado y mojado, habiendo pasado por el sereno y mal rato de la noche, y ella rehúsa de sufrir por él la camisa fría. En que, como digo, muestra bien la condición y natural ingenio de su linaje, que, en lo que más aman y desean, cuando lo ven presente, cualquiera cosilla que tienen hace que lo estorbe, y hacen mil melindres y niñerías. Aunque decir esto la Esposa, no entiende que no quiere abrir a su Esposo, que esto no se sufría en un amor tan verdadero y encendido, sino, presupuesto que lo quiere y ha de hacer, muestra pesarle que no hubiese venido un poco antes, que ella estaba vestida y por lavar, para no tener agora que vestirse y desnudarse tantas veces.

5. "El mi Amado metió la mano por entre el resquicio de las puertas, y mis entrañas se estremecieron en mí."

Dice agora que, como se detuviese un poco, a lo que se entiende, en tomar sus vestidos, no sufriendo dilación su Esposo, tanteó de abrir la puerta, metió la mano por entre los resquicios de ella, procurando de alcanzar el aldaba; y que ella, sintiéndola, y toda muy turbada en ver su prisa, y como causándole dolor en las entrañas de la pereza que había mostrado y de su tardanza, así como estaba, medio vestida y revuelta, acudió a abrir. Y así dice:

6. "Levanteme a abrir a mi Amado, las mis manos destilaron mirra, que corre, sobre los goznes del aldaba."

Presupónese que, levantándose, tomó cualquiera botecillo de mirra, esto es, de algún precioso licor confeccionado en ella, para, en entrando recibir y recrear al Esposo con ella, que venía cansado y fatigado, como se suele hacer entre los enamorados. Que en todo, aun hasta en esto, guarda Salomón con maravilloso aviso e ingenio todas las propiedades que hay, así en palabras como en los hechos, entre dos que se quieren bien, cuales son los que en este su Cantar introduce.

Dice, pues, que con la prisa que llevaba a abrir a su Esposo, estuvo a punto de caérsele el botecillo; pero al fin se le volvió en las manos y derramó entre las manos, y sobre los goznes del aldaba que estaba abriendo.

" Mirra que corre" no quiere decir que corrió y se derramó sobre la aldaba, aunque fue así, como he dicho, sino es decir mirra líquida, a diferencia de la que ya está cuajada en granos, como es la que comúnmente vemos. O lo que tengo por más cierto, y más conforme al parecer de San Jerónimo y de los hebreos, es dicha excelentísima; porque la palabra hebrea hhober quiere decir corriente, y que pasa por buena por todas partes; según la propiedad de aquella lengua, es decir que es muy buena y perfecta y aprobada de todos los que la ven, conforme a lo que en nuestra lengua solemos decir de la moneda de ley, que es moneda que corre.

7. "Yo abrí al mi Amado, y el mi Amado etc."

Y dice que por presto que abrió, ya el Esposo, enojado de la tardanza, se había pasado de largo.

A muy buen tiempo usa el Esposo del tanto por tanto con su Esposa, porque viendo que ella al principio no le quiso abrir, dándole casi a entender que no le había menester, él prueba a abrir la puerta; mas cuando sintió que se levantaba a abrir la puerta y que venía, quiérele pagar la burla, como si dijese: «Vos quereisme dar a entender que podéis estar sin mí; pues yo os daré a entender cómo yo puedo más sufrir sin vos que vos sin mí». Y así se ausenta, no aborreciéndola, sino castigándola y haciéndola penar un rato entre esperanzas y temores, para que esté más pronta después y para que juntamente escarmiente.

Dice, pues: "Yo abrí a mi Amado, y no le hallé a la puerta, como pensaba, porque se era ya ido y pasado de largo." Bien se entiende la tristeza con que la Esposa dice estas palabras, como aquella que juntamente se halla corrida y triste de su descuido; y así parecen las palabras como de asombrada y medio fuera de sí, que la repetición de su decir "que se era ido y que se había pasado" denota esto.

" Mi alma se me salió en el su hablar". Esto es, derritiose el alma en amor y pena, en verle ido; mas yo iré y le buscaré y le daré voces; henchiré el aire del sonido de su nombre porque me responda y venga a mí. Mas ¡ay de mí!, que procurándolo no le hallo y llamándole no me responde. Y así dice: "Búsquele y no le hallé; llamele, y no me respondió". De donde se entiende la ansia con que quedaba. Y cuenta juntamente las desgracias que tras ello le acontecieron, buscando a su Esposo, que encontraron con ella las guardas que de noche guardan y rondan la ciudad; y como entre tales siempre hay capeadores y ladrones, gente traviesa y descomedida, dice que la hirieron dándole algunos golpes, como a mujer sola, y que la quitaron el manto o mantellina con que se cubría, y socorrieron a su pasión con esta buena obra. Y así dice:

8. "Topáronme las rondas que rondan la ciudad, y quitáronme el manto de sobre mí (esto es, con que me cubría) las guardas de los muros."

Esto ya va dicho así, no porque aconteciese de esta manera a la hija de Faraón por esta manera que aquí habla, sino porque a la persona enamorada que aquí representa le es natural buscar con tanta ansia en todos y en semejantes tiempos a sus amores; y con el andar de noche, siempre andan juntos tales acontecimientos.

Según el espíritu, es gran verdad que todos los que con ansia buscan a Cristo y a la virtud estropiezan siempre en grandes estorbos y contradicciones; y es cosa de grande admiración que los que tienen de oficio la guarda y vela y celo del bien público, y en quien de razón había de tener todo su amparo la virtud, estos por la mayor parte la persiguen y maltratan.

9. "Conjúroos, hijas de Jerusalén."

Con la mayor pena que sentía de no hallar a su Esposo, que le duele más que todo el resto, no echa mucho de ver ni se agravia del mal tratamiento que de las guardas recibía; y así, en lugar de quejarse de su mal comedimiento, o de recogerse a su casa y huir de sus manos, ruega a las vecinas de Jerusalén que la den nuevas de su amor, si le han visto, y si no que le ayuden a buscarle. Que es propio del verdadero amor crecer más y encenderse cuando más dificultades se le ofrecen y peligros se le ponen delante.

Dice más: "Y le contaréis que estoy enferma de amor", conforme a lo que se suele decir comúnmente en nuestra lengua: «que parece, que me fino de amor». Y es de considerar que, aunque estaba fatigada de buscarle, y maltratada y despojada por el descomedimiento de los que la toparon, no les manda decir su congoja, ni su cansancio, ni el trabajo que ha puesto en su busca, ni los desastres sucedidos, sino lo que padece por su amor por dos causas: la una, porque esta pasión, como la mayor de todas, vencía el sentimiento de las demás y las borraba de la memoria; la otra, porque ninguna cosa podía ni era justo que pudiese con el Esposo para inducille a que volviese tanto como saber el ardiente y vivo amor de su Esposa como representalle lo que le amaba y su enfermedad. Porque no hay cosa tan eficaz, ni que pueda tanto con quien ama como saber que es amado; que siempre fue el verdadero cebo y piedra imán del amor.

Este mismo amor induce a que algunas mujeres de Jerusalén, que la oyeron, parte maravilladas de que una doncella tan bella, a tal hora, anduviese con tanta ansia buscando a su Amado, parte movidas a lástima y compasión de su ardiente deseo, le preguntan cuál sea este su Amado, por quien tanto se queja; y en qué se aventaja a los demás, que merezca el extremo que hace, buscándole a tal hora, lo cual otra no haría; creyendo, que esto nacía de grandeza de amor, o de alguna locura, o por ventura por ser el Amado merecedor de todo esto. Y así dicen:

10. "¿Qué tiene tu Amado más que otro amado, oh hermosa entre las mujeres? ¿Qué tiene tu Amado sobre otro amado, porque así nos preguntas?"

Que es decir: ¿En qué se aventaja este que tú amas entre los demás mancebos y personas que pueden ser queridas? Y esto pregúntanlo por dos causas: la una como pidiéndola razón del grande y excesivo amor que se le mostraba, que era justo fuese así por alguna señal de ventaja que hiciese su Esposo entre todos a los demás hombres; lo otro, para, por las señas que diese, poderlo conocer cuando le viesen. A lo cual responde:

11. "Mi amado, blanco y colorado, trae la bandera sobre los millares."

Da al principio la Esposa señas de su Esposo generalmente diciendo que es blanco y colorado; después va señalando las partes de su belleza cada una en su lugar. Dice, pues: "«Sabed, hermanas mías, que el mi Amado es blanco y rojo, porque de lejos le conozcáis con la luz de estos colores, que son tan perfectos en él, que entre mil hombres se diferencia y hace raya y lleva la bandera, y por ser el primero de todos ellos la lleva»".

La palabra hebrea es dagul, que significa el que lleva la bandera, y así aquí quiere decir el alférez; y con ella por semejanza puede significar todo lo que se señala en cualquiera cosa, como es señalado el alférez entre los de su escuadrón, lo cual, por la misma forma se dice en nuestra lengua. Y así San Jerónimo, atendiendo más al sentido que a la palabra, tradujo "escogido entre mil". En las cuales palabras se entiende una como encubierta reprensión a las que la piden señas de su Esposo. Como si dijese: «No hay para qué os diga quién y cuál es mi Esposo, que, entre mil que esté, se echa de ver y descubre».

Pero prosigue relatando sus propiedades, porque es natural del amor deleitarse y como saborearse de traer siempre en la memoria y en la boca al que ama, por cualquiera ocasión que sea. Pues dice:

12. "Su cabeza como oro de Tibar".

Esto es, su cabeza es muy gentil, redonda y bien proporcionada, como hecha de oro acendrado, sin ninguna falta ni tacha. Porque cosa es usada entre todas las lenguas para decir que cualquiera cosa es perfecta y agraciada, decir que es hecha de oro; y por esto lo dice la Esposa aquí, y no por ser rubios los cabellos, como luego veremos ser negros. Porque, en las tierras orientales y en todas las tierras calientes, tienen por galano el cabello negro, como aún hasta hoy se precian los moros. Y así añade: "Sus cabellos negros, crespos como cuervo". Y, cierto, al rostro de un hombre muy blanco mejor le están los cabellos y la barba negros que los rubios, por ser colores contrarios, que el uno da luz al otro. Dice más:

13. "Sus ojos como los de paloma en los arroyos de las aguas, bañadas en leche."

Ya he dicho que las palomas de aquella tierra, que agora llaman tripolinas, son de bellísimos ojos; y parécenlo mucho más con las calidades que añade luego, diciendo en los arroyos; porque, señaladamente cuando salen de bañarse, les relucen y centellean en gran manera, y los que las compran suelen con la mano mojada mojalles los ojos, y en aquel relucir y relampaguear de ellos conocen su firmeza. Y así dice la Esposa que los ojos de su Esposo son tan hermosos como los ojos de las tales palomas cuando más hermosos se les ponen, que es cuando se lavan juntos las corrientes de las aguas donde se bañan y refrescan, y cobran una particular gracia.

"Bañadas en leche", esto es, blancas como la leche, que es la color que más agrada en la paloma. "Reposan sobre la llenura", quise traducir así por dar lugar a todas las diferencias de sentidos, que los expositores e intérpretes imaginan aquí, cuan libre está en la lengua original, donde puntualmente se dice por las mismas palabras. Algunos entienden que llenura debe ser agua, cuales son los ríos grandes y estanques. Y de este parecer es San Jerónimo, y traslada "que reposan junto a los ríos grandes y muy llenos"; que es repetir sin necesidad lo mismo que acaba de decir, "junto a las corrientes de las aguas". A otros les parece entender que este lleno, que se dice aquí, son vasos grandes llenos de leche. Pero es cosa muy ajena y muy torcida.

Podríase decir que, por aquella palabra mileot, que, en lo que suena, significa «llenura o henchimiento» en algunos lugares de la Escritura, por ella se explica lo que es acabado y perfecto, porque todo lo tal es lleno en su género, así que se podría decir que estar en la llenura las palomas, bañadas en leche, es decir que están del todo y perfectamente bañadas, esto es, que son perfectamente blancas, sin tener mancilla de otro color. Conforme a esto dirá la letra: "Sus ojos como palomas junto a las corrientes de las aguas, que se bañan en leche, y quedan enteramente bañadas".

El sentido cierto es que la palabra hebrea que hemos dicho, significa todo aquello que, teniendo algún asiento o lugar vacío o señalado para su asiento, hinche bien tal lugar que viene medido con él, como un diamante que iguala bien en su engaste, o una paloma que hinche bien el agujero de la piedra donde hace su nido. Pues porque las palomas parecen bien en uno o en dos lugares, o junto a los arroyos donde se bañan, o puestas en el nido (como se vio arriba, donde, por mayor encarecimiento o requiebro, el Esposo llama a la Esposa "paloma puesta en el agujero del paredón", esto es, en su nido), por esta causa aquí la Esposa, para encarecer los hermosos ojos del Esposo, compáralos a los de la paloma, en aquellos lugares en que están más hermosas y parecen mejor. Así dice: "«Son como de palomas junto a las corrientes de las aguas, como de palomas blanquísimas, que con su gentil grandeza hinchen bien y ocupan y hacen llenos sus nidos donde reposan»".

14. "Las sus mejillas como hileras de yerbas aromáticas y plantas olorosas."

Por las mejillas se entiende todo el rostro, y todo lo que en español llamamos faces, el cual dice que es tan hermoso y tan bien asentado, de gentil parecer y gracia, cuanto son y parecen unas eras de yerbas y plantas aromáticas, puestas por gentil orden y criadas con cuidado y regalo; como se crían y ponen en Palestina y Oriente, donde la Esposa habla, y donde se da esta yerba más que en otra parte. Pues como son hermosas estas yerbas en igualdad y parecer, así lo es, y no menos, el agraciado rostro del Esposo; y así añade "de plantas olorosas."

Dice más: "Los labios como azucenas". Dioscórides, en el capítulo que trata de ellas, confiesa que hay un género de ellas coloradas como carmesí, y las cuales se entienden en este lugar ser semejantes a los labios del Esposo, que no sólo eran colorados, sino olorosos también; y por eso añade: "De los cuales destila mirra que corre", esto es, fina y preciada, como habemos dicho.

Es muy digno de considerar aquí el grande artificio con que la rústica Esposa loa a su Esposo; porque los que mucho quieren encarecer una cosa alabándola y declarando sus propiedades, dejan de decir los vocablos llenos y propios, y dicen los nombres de las cosas en que más perfectamente se halla aquella calidad de lo que loan, lo cual da mayor encarecimiento y mayor gracia a lo que se dice. Como lo hace aquel gran poeta toscano que, habiendo de loar los cabellos, los llama oro, a los labios rosas o grana, a los dientes perlas, a los ojos luces, lumbres o estrellas; el cual artificio se guarda en la Escritura Sagrada más que en otra del mundo. Y así vemos que aquí la Esposa procede de esta manera; porque diciendo de los ojos que son de paloma, dice más que si dijera que eran hermosos; y las mejillas como las hileras de las plantas, las loa más que si dijera parejas e iguales y graciosas.

Y por el mismo tenor alaba las manos diciendo:

15. "Las tus manos como rollos de oro, llenos de Tarsis."

En lo cual alaba la gracia y composición de ellas, por ser largas, y los dedos rollizos, tan lindos como si fuesen torneados de oro; y la piedra tarsis, que se llama así de la provincia donde se halla, es un poco entre roja y blanca, según la pinta un hebreo antiguo llamado Abenezra. Y según esto da a entender la Esposa las uñas, en que se rematan los dedos de las manos, que son un poco rojas y relucientes, como piedras preciosas de Tarsis. Y, por tanto, las manos en su hechura y con sus uñas son como rollos de oro rematados en tarsis; que diciendo aquí de las manos que son como rollos de oro, solamente habla de la hechura y gracia de ellas; que del color ya ha dicho que son blancas y coloradas cuando arriba dijo "mi Esposo es blanco y colorado."

Luego dice por el mismo estilo y semejanza de hablar:

" El su vientre, blanco diente adornado de zafiros". "Su vientre", esto es, su pecho y sus carnes, "blanco diente", esto es, marfil, que se hace de los dientes de los elefantes, que son blanquísimos; "adornado de zafiros", que son piedras de gran valor, bermejas algo al parecer; que es decir, todo él es polido y así lucido y resplandeciente, como una piedra de marfil blanquísima cercada de piedras preciosas.

16. "Las sus piernas, columnas de mármol, fundadas sobre basas de oro fino."

En que se muestra la firmeza y gentil postura y proporción de ellas. Y habiendo loado a su Esposo tan en particular, como habemos dicho y visto, señalando su belleza por sus partes desde la cabeza hasta los pies, torna, como no bien satisfecha de lo dicho, ni de las señas dadas, a comprender en breves palabras lo que ha publicado, y ahora mucho más, diciendo:

" El su semblante como el del Líbano." En que se muestra con harta significación la majestad, hermosura y gentil postura del Esposo; como lo es cosa bellísima y de grande demostración de majestad un monte grande y alto cual es el Líbano, de espesos y deleitosos árboles, al parecer de los que le miran de lejos. Dice más:

" Erguido como cedro". En nuestro castellano, loando a uno de bien dispuesto, suelen decir "dispuesto como un pino;" que así el cedro como el pino son árboles altos y bien salidos. Donde decimos erguido, la palabra hebrea es bajur, que quiere decir escogido; y es propiedad de aquella lengua llamar así a los hombres altos y de buen cuerpo; porque, a la verdad, la disposición los diferencia y hace como escogidos entre los demás. Así se dice en el primero de los Reyes, el capítulo 9, del padre de Saúl, que tenía un hijo llamado Saúl que era escogido y bueno, esto es, hermoso y bien dispuesto, como de hecho lo era Saúl. Como parece en el capítulo 22, que dice: "«Encontraron tus escogidos cedros entre los más altos y levantados»". Así mismo, en el capítulo último del Eclesiastés, donde dice la letra vulgar: "«Huélgate, date al placer, ándate a la flor del berro, mancebo, en la juventud, que presto se te pedirá cuenta estrecha»", está la misma palabra bejur otéja, que es decir: huélgate, erguidillo.

En lo cual, como se ve claro, el Espíritu Santo usa de un donaire por el cabo bellísimo; que siendo su intención en aquellas palabras, usando de una artificiosa y fingida simulación y como permitiéndoles y debajo de alargarles la vanidad a los mancebos, escarnecer de su liviandad, que se andan siempre al buen tiempo y cogiendo, como dicen, la flor del berro, descordándose de lo que está por venir y les puede suceder; así que, siendo su intento del Señor reprender, mofando el desacuerdo de los mancebos y amenazallos con pena, no les llama con el nombre propio de su edad, sino llamándolos erguidos usando del nombre que declarase al natural el brío, altivez y lozanía; que es la fuente de donde nace no mirar ni curar de lo que está por venir, y aquel coger, sin rienda el fruto del deleite y el pasatiempo presente, que tanto reprende.

Pues, tornando a nuestro propósito, concluye la Esposa, finalmente diciendo:

17. "El su paladar", esto es, su habla, dulzuras; esto es dulcísima y suavísima. "Y todo él deseo", esto es, amable y tal que convida por todas partes a que le deseen y se pierden por él los que le ven.

" Tal es mi Amado y tal es mi querido, hijas de Jerusalén"; como si añadiendo dijese: por que veáis si tengo razón de buscarle y de estar ansiada en no hallarle.

Sabidas las facciones y señas por aquellas dueñas de la Esposa, y conociendo con cuán justa razón la tenía el Esposo enamorada y se atormentaba y acuitaba por su ausencia, y moviéndolas agora a compasión su tormento, con el deseo de remedialle piden de nuevo a la Esposa que, si lo sabe, les diga hacia dónde cree o imagina haberse declinado su Amado, porque se lo ayudarán a buscar.

Y así dicen:

18. "¿Adónde fue el tu Amado, bellísima entre las mujeres? ¿Hacia dónde se volvió tu Amado, y buscarle hemos contigo?"

A lo cual parece que responde en lo primero del capítulo que sigue, diciendo: