Carta de Diego Portales a su Padre (1821)

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Amado padre:

Con el correr de los días, que cada vez me son más penosos, la ausencia eterna de Chepita no ha hecho más que aumentar la pena que me aflige. Tengo el alma destrozada, no encontrando sino en la religión el consuelo que mi corazón necesita. He llegado a persuadirme de que no pudiendo volver a contraer esponsales por el dolor constante que siempre me causará el recuerdo de mi santa mujer, por la comparación de una dicha tan pura como fue la mía, con otra que no sea la misma, no me queda otro camino que entregarme a las prácticas devotas, vistiendo el hábito de algun convento. Con ello conseguiría lo que como hombre todavía no consigo ni creo conseguiré jamás: dejar en el olvido el recuerdo de mi dulce Chepa. Por eso sus empeños para que contraiga nuevamente, me parecen algo así corno un consejo terrible y, por lo mismo, inaceptable. Viviré siempre en el celibato que Dios ha querido depararme, después de haber gozado una dicha infinita. Crea Ud. que las mujeres no existen para mi destrozado corazón: prefiero a Dios y la oración antes de tentar seguir el camino que inicié con tanta felicidad y que bien pudiera serme fatal por sí...

Diego Portales

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