Del pasáo. - Horas negras

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Del pasáo. - Horas negras
de José Alonso y Trelles

           Horas negras

¿Ve aqueyas paredes
De adobe, sin techo,
Que al láo de un ombudo
Lucen ayá lejos!
¿Las vido? Pues sepa
Que aqueyo jué un tiempo
Nidito de amores
De este gáucho viejo.
Pasaron los años
Surcándome el cuero
Como a tierra e chacras
El aráo de acero.
Sobre mi cabeza
Más de tráinta inviernos
Dejaron en hebras
La escarcha e sus hielos
Y aqueyas paredes
Cuasi sin cimientos,
Ni horcón, ni cumbrera,
Ni marcos, ni techo,
Entuavía empacadas
Se ráin del pampero...
Ansinita e firmes
Y como eyas negros,
Tamién del olvido
Se ráin mis recuerdos!
Prendida en la nuca
La mata e su pelo
Con un manojito
De flores de céibo;
Cáido hasta las corvas
Y encrespáo el resto
Como crin de potro
Que alborota el viento;
Redamando gracia
Por todito el cuerpo,
Que tenía la blanda
Suavidá del viento,
Cuando me miraron
Sus ojazos negros
-Por lo que aún de luto
Se visten mis sueños-
Créi que por mi espalda
Subía un hormiguero,
Y que tuito el áire
Se me iba del pecho...
¡Por qué jué conmigo
Tan ingrato el cielo
Cuando con un rayo
Podía haberme muerto!...

Horas que volaron,
Dichas que murieron,
Amor del que a gatas
Quedó otro recuerdo
De un cabayo overo
Y el grito e venganza
Que auyaban mis celos;
Aqueyas paredes
Tuito eso sintieron
Al cáer de una tarde
Que olvidar no puedo.
Eyas y la virgen
Que está arriba el cerro
Vieron a mi china
Cuando iba juyendo
Enancada a un indio
De vincha y culero
Que de su cariño
De juro era dueño...
Tamién yo la vide
Y, de rabia ciego,
Tantié la cintura,
Me ajusté el sombrero,
Corrí ande pastaba
Mi cabayo overo,
Lo enfrené volando,
Salté en él en pelos,
Le apreté los lomos
Con muslos de acero
Y salió aquel pingo
Bebiendo los vientos
Como si en sus carnes
Se hincasen mis celos...

Sintiéndome cerca,
Largó el indio al suelo
La prienda robada
De juro creyendo
Que pa mi venganza
Me bastaba aqueyo,
Y que más liviano
Su flete azulejo
Sacaría ventajas
A mi pobre overo,
Que corriendo siempre,
Corriendo, corriendo,
Como si en sus carnes
Mordiesen mis celos,
Diba ya tan cerca
Del indio matrero,
Que viendo era al ñudo
Regatiar el cuero,
Pronto pa peliarme
Se dió contra el suelo.
Y áhi, nomás, toparon
Mi fierro y su fierro,
Y áhi, nomás el táita,
Más zonzo o más lerdo,
Se ligó un "barbijo"
Que andaba sin dueño,
Y aflojó los brazos
Y se vino al suelo.
Yo, al mirarlo cáido
Y viéndolo muerto,
Pa que no se juese
Manié su azulejo,
Y po'el alma el indio
Recé un padre-nuestro
A esa hora en que el mundo
Se queda en silencio...
. . . . . . . . . . . . .
-¿Y ella?- De rodiyas,
Pálida de miedo,
Juntas las manitos
Como en gesto e ruego,
Cuando cerca suyo
Sofrené mi overo,
Y echando pie a tierra
La cacé del pelo,
Dió un grito tan hondo
Que aún lo estoy oyendo...
. . . . . . . . . . . . .
Sin decir palabra
Suspendí su cuerpo,
Le escupí la boca
_Nido en que sus besos
Habían puesto un "toldo"
Del amor matrero-
Y fijos mis ojos
En sus ojos negros
-Que nunca en la vida
Golvería ya a verlos-
Ahugáo con la baba
Dije: "Te los dejo,
Te los dejo, china,
Te los dejo abiertos,
Aunque más no sea
Pa que un poco e tiempo,
Si no sós muy yegua,
Lo yorés al muerto".