El 8 de Octubre

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​El 8 de Octubre​ de Olegario Víctor Andrade

A MI DISTINGUIDO AMIGO ISIDORO DE MARÍA

La libertad cumplió su profecía

Y su pendón se desplegó en los llanos,
Y allá en los montes la bandera impía
Se desplegó también de los tiranos.

E. G.
I

Al encorvar el Plata
la gigantesca espalda
y al sacudir las hebras
de su espumosa crin,
cuando recoge el cielo
su brillantina gualda,
y ensangrentadas chispas
coronan el cénit;

Cuando la mente vuela
sobre flotante nube
y el huracán arrulla
con su potente voz,
envuelto en el incendio
que en espirales sube,
quisiera pensamientos
tan grandes como Dios,

Para cantar, henchido
de inspiración sublime,
de un pueblo de valientes
su inmenso porvenir;
para pulsar mi lira
que de entusiasmo gime
y a par de la tormenta
por los espacios ir.

¡De un pueblo de valientes!
que con pujante brío
cuando templó su pecho
la lumbre de un volcán,
como la voz del trueno
y el aquilón bravío
se derramó en el mundo
su aliento de titán.

Y contempló atrevido
rodar en sus llanuras
del fiero lusitano
la indómita altivez,
y como secas ramas
que caen de las alturas,
de un cetro los pedazos
cayeron a sus pies.

Bendita, sí, mil veces
la patria en que he nacido ;
sus glorias inmortales
poeta cantaré,
guardando su recuerdo
mi corazón herido,
como la luz incierta
de mi primera fe.


II


¡Libertad! ¡libertad! nombre sublime
que embriaga de entusiasmo el corazón,
cifra inmortal que el Hacedor imprime
como rayo de luz en la creación.

Sibila de los pueblos, esperanza
que soñara atrevido el pensamiento,
cuando a sondar su porvenir avanza
más allá del azul del firmamento.

Yo vi un pueblo gigante levantarse
como se alza en el Plata el huracán,
y lo vi en su delirio reclinarse
sobre las pardas crestas de un volcán.

Era mi patria; sacudió su frente
confundida en el humo del cañón,
y bajada su frente prepotente
pisando la melena de un león.

Después entre la bruma silenciosa
que lleva el viento en sus sonantes alas,
reclinando su frente esplendorosa
perdió sus lauros y ocultó sus galas.

Sólo sangre doquier mis ojos miran
y enlazado el incendio a la tormenta
mundos tras mundos a mi vista giran
que en rayos mil el aquilón revienta.

Gualeguaychú, Octubre 8 de 1857.