El fuego (Mateo Flecha el Viejo)

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​El Fuego​ de Mateo Flecha el viejo
¡Corred, corred, peccadores! No os tardéis en traer luego
agua al fuego, agua al fuego!
¡Fuego, fuego, fuego… !

Este fuego que se enciende es el maldito peccado,
que al que no halla occupado siempre para sí lo prende.
Qualquier que de Dios pretende salvación procure luego
agua al fuego, agua al fuego.
¡Fuego, fuego, fuego… !

Venid presto, peccadores, a matar aqueste fuego;
haced penitencia luego de todos vuestros errores.

Reclamen essas campanas dentro en vuestros coraçones.
Dandán, dandán, dandán,…
Poné en Dios las aficiones, Todas las gentes humanas.
Dandán, dandán, dandán,…
¡Llamad essos aguadores, Luego, luego, sin tardar!

Y ayúdennos a matar este fuego.
No os tardéis en traer luego dentro de vuestra conciencia
mil cargos de penitencia de buen'agua,
y ansí mataréis la fragua de vuestros malos deseos,
y los enemigos feos huyrán.
y los enemigos feos huyrán.

¡Oh cómo el mundo se abrassa
no teniendo a Dios temor,
teniendo siempre su amor
con lo que el demonio amassa!

Por cualquiera que traspassa los mandamientos de Dios,
cantaremos entre nos,
dándole siempre baldones:
“Cadent super eos carbones,
in ignem dejicies eos:
in miseriis non subsistent”,

Este mundo donde andamos es una herviente fragua,
donde no á lugar el agua, si por ventura tardamos.

¡Oh cómo nos abrassamos  en el mundo y su hervor!
Por qualquiera peccador que lo que da Dios no toma,
se dirá lo que de Roma quando ardía sin favor:

“Mira Nero, de Tarpeya, a Roma cómo se ardía;
gritos dan niños y viejos y él de nada se dolía”.

¡No os tardéis! ¡Traed, traed agua ya!
¡Y vosotros atajad! ¡Corred! ¡Presto socorred!
¡Sed prestos y muy lijeros
en dar golpes a los pechos!
¡Atajad aquessos techos!
Dandán, dandán, dandán,…
¡Corred, corred! ¡Cortad presto essos maderos!
Tras, tras, tras, tras, traas,…
Dandán, dandán, dandán,…
¡Tañed, tañed, más apriessa,
que vamos sin redención!
¡Tañed presto, que ya cessa
con agua nuestra passión.

Y ansí, con justa razón dirán la gentes humanas:
“¿Dónde las hay, dónde las hay las tales aguas soberanas?”

Toca, Joan, con tu gaitilla, Pues ha cessado el pesar.
Yo te diré un cantar muy polido a maravilla.
Veslo aquí, ea pues, todos decir:
Zon, zon, zon, zon, zon,…
Dindirindín, dindin.
“De la Virgen sin mancilla
ha manado el agua pura”.
Y es que á hecho crïatura
al Hijo de Dios eterno,
para que diesse govierno
al mundo que se perdió;
y una Virgen lo parió,
según havemos sabido,
por reparar lo perdido
de nuestros padres primeros:

¡Alegría, cavalleros!
que nos vino en este día
que parió sancta María
al pastor de los corderos.
Zon, zon, zon, zon, zon,…
Dindiridín, dindiridin…
Y con este nascimiento,
que es de agua dulce y buena,
se repara nuestra pena
para darnos a entender
que tenemos de beber
desta agua los sedientos,
guardando los mandamientos
a que nos obliga Dios,

porque se diga por nos:
“Qui biberit ex hac aqua, non sitiet in aeternum”.