El herrero y el perro

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FÁBULA IX


EL HERRERO Y EL PERRO

Un Herrero tenía
Un Perro, que no hacía
Sino comer, dormir y estarse echado.
De la casa jamas tuvo cuidado;
Levantábase sólo á mesa puesta:
Entonces con gran fiesta
Al dueño se acercaba,
Con perrunas caricias le halagaba,
Monstrando de cariño mil excesos
Por pillar las piltrafas y los huesos.
He llegado á notar, le dijo el amo,
Que aunque nunca te llamo
Á la mesa, te llegas prontamente:
En la fragua jamas te vi presente;
Y yo me maravillo
De que no dispertándote el martillo,
Te desveles al ruido de mis dientes.
Anda, anda, poltron; no es bien que cuentes

Que el amo, hecho un gañan y sin reposo,
Te mantiene á lo conde muy ocioso.
El Perro le responde:
¿Qué más tiene que yo cualquiera conde?
Para no trabajar debo al destino
Haber nacido perro, y no pollino.
Pues, señor conde, fuera de mi casa;
Verás en las demas lo que te pasa.
En efecto salió á probar fortuna,
Y las casas anduvo de una en una:
Allí le hacen servir de centinela,
Y que pase la noche toda en vela;
Acá de lazarillo y de danzante;
Allá dentro de un torno á cada instante
Asa la carne que comer no espera.
Al cabo conoció de esta manera,
Que el destino, y no es cuento,
Á todos nos cargó, como al jumento.