El pícaro pajarillo

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​El pícaro pajarillo​ de Fernán Caballero


Había vez y vez un pajarito, que se fue a un sastre, y le mandó que le hiciese un vestidito de lana. El sastre le tomó la medida, y le dijo que a los tres días le tendría acabado. Fue en seguida a un sombrero, y le mandó hacer un sombrerito, y sucedió lo mismo que con el sastre; y por último, fue a un zapatero, y el zapatero le tomó medida, y le dijo, como los otros, que volviese por ellos al tercer día. Cuando llegó el plazo señalado se fue al sastre, que tenía el vestidito de lana acabado, y le dijo:

-Póngamelo usted sobre el piquito y le pagaré.

Así lo hizo el sastre; pero en lugar de pagarle, el picarillo se echó a volar, y lo propio sucedió con el sombrerero y con el zapatero.

Vistiose el pajarito con su ropa nueva y se fue al jardín del Rey; se posó sobre un árbol que había delante del balcón del comedor, y se puso a cantar mientras el Rey comía:

Más bonito estoy con mi vestidito de lana,
que no el Rey con su manto de grana.
Más bonito estoy con mi vestidito de lana,
que no el Rey con su manto de grana.

Y tanto cantó y recantó lo mismo, que su Real Majestad se enfadó, y mandó que le cogiesen y se le trajesen frito. Así sucedió. Después de desplumado y frito, se quedó tan chico, que el Rey se lo tragó enterito.

Cuando se vio el pajarito en el estómago del Rey, que parecía una cueva más oscura que media noche, empezó sin parar a dar sendos picotazos a derecha e izquierda.

El Rey se puso a quejarse, y a decir que le había sentado mal la comida, y que le dolía el estómago.

Vinieron los médicos, y le dieron a su Real Majestad un menjunge de la botica para que vomitase; y conforme empezó a vomitar, lo primero que salió fue el pajarito, que se voló más súbito que una exhalación. Fue y se zambulló en la fuente, y enseguida se fue a una carpintería, y se untó toldo el cuerpo de cola; fuese después a todos los pájaros, y les contó lo que le había pasado, y les pidió a cada uno una plumita, y se la iban dando; y como estaba untado de cola, se le iban pegando. Como cada pluma era de su color, se quedó el pajarito más bonito que antes, con tantos colores como un ramillete. Entonces se puso a dar volteos por el árbol que estaba delante del balcón del Rey, cantando que se las pelaba:

¿A quién pasó lo que a mí?
En el Rey me entré, del Rey me salí.

El Rey dijo:

-¡Que cojan a ese pícaro pajarito!

Pero él, que estaba sobre aviso, echó a volar que bebía los vientos, y no paró hasta posarse sobre las narices de la Luna.