Elegía a la muerte de Atahualpa

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​Elegía a la muerte de Atahualpa​ de Jacinto Collahuazo
Nota: Traducción del quichua por Juan León Mera. Existen desacuerdos sobre el autor original del poema.

En un corpulento guabo
un viejo cárabo está
con el lloro de los muertos
llorando en la soledad;
y la tierna tortolilla
en otro árbol más allá,
lamentando tristemente
le acompaña en su pesar.

Como niebla vi los blancos
en muchedumbre llegar,
y oro y más oro queriendo,
se aumentaban más y más.

Al venerado padre Inca
con una astucia falaz
cogiéronle, y ya rendido
le dieron muerte fatal.

¡Corazón de león cruel,
manos de lobo voraz,
como a indefenso cordero
le acabasteis sin piedad!
Reventaba el trueno entonces
granizo caía asaz,
y el sol entrando en ocaso
reinaba la oscuridad.

Al mirar los sacerdotes
tan espantosa maldad,
con los hombres que aún vivían
se enterraron de pesar.

¿Y por qué no he de sentir?
¿Y por qué no he de llorar
si solamente extranjeros
en mi tierra habitan ya?
¡Ay!, venid hermanos míos,
juntemos nuestro pesar,
y en ese llano de sangre
lloremos nuestra orfandad,
y vos, Inca, padre mío
que el alto mundo habitáis
estas lágrimas de duelo
no olvidéis allá jamás.

¡Ay! No muero recordando
tan funesta adversidad.
¡Y vivo cuando desgarra
mi corazón el pesar!