Elementos de economía política: 45

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Capítulo X : Del capital (continuación.) -Del capital en monedas. - De los signos representativos de la moneda. Del crédito, de los bancos y del papel moneda.[editar]

    • I. De los signos representativos de la moneda.
    • II. Del comercio del cambio.
    • III. Del crédito.
    • IV. De los bancos.
    • V. Del papel moneda o de la moneda de papel.

§. IV. De los bancos.[editar]

314. Los bancos hacen en grande lo que los banqueros hacen en pequeño. Son los bancos unos establecimientos de crédito, más o menos constituidos en monopolios, y destinados a recibir en depósito el numerario y los metales preciosos de los particulares y a prestar capitales a los trabajadores.
315. Para comprender bien el oficio de los bancos, podemos dividirlos:
En bancos de depósito y en bancos de descuento o de giro.
Los bancos de depósito son los que reciben en depósito monedas o metales en barras, y dan sus billetes en cambio; los bancos de descuento reciben efectos de comercio, y dan también en cambio sus propios billetes. Sin embargo, los bancos modernos, y en especial el de Francia en París, y el de Inglaterra en Londres, reúnen ambos sistemas [1].
316. De los bancos de depósito. Los bancos de depósito tuvieron origen en las grandes ciudades dedicadas al comercio extranjero, y precisadas por lo mismo a recibir muchas especies de monedas de diferentes títulos. Las variaciones a que daban ocasión aquellas monedas introducían cierta perturbación en los negocios, y por eso se discurrió establecer unos depósitos donde se recibiesen todos los valores metálicos movibles en concepto de rieles, y donde se dio en cambio la moneda nacional de título y peso definidos o una moneda oficial del banco, por cuyo medio las transacciones adquirieron un carácter más regular. Bien se comprende cómo aquella moneda del banco y los certificados de depósito pudieron obtener un valor superior al del dinero corriente, y cómo pudo establecerse el agio o diferencia a favor de la moneda del banco.
Por medio de estos bancos los pagos se hicieron con suma facilidad. Un comerciante no sacaba materialmente el numerario que había depositado en el banco, sino que daba una libranza a su cargo, y por medio de un simple traspaso la suma cambiaba de dueño. Poco a poco se fue acostumbrando el público a hacer transacciones sin numerario, por medio de los certificados de depósito, con cuya fianza la seguridad era completa. Los bancos percibían un derecho sobre estos traspasos, y además se lucraban también con los depósitos o préstamos que hacían sobre barras y otros objetos preciosos.
Los bancos de depósitos que más importancia han llegado a adquirir son los de Amsterdan, Venecia, Génova y Hamburgo, y es indudable que en su tiempo contribuyeron poderosamente a la fortuna comercial de aquellas opulentas ciudades [2].
317. De los bancos de giro. Ya hemos dicho que los bancos de depósitos familiarizaron al comercio con los certificados que evitaban la traslación material del numerario. De aquí a los billetes emitidos por los bancos con la facultad del reembolso inmediato no había más que un paso; y como la experiencia vino a probar que este reembolso no se exigía más que en cierta proporción, pronto se hizo la probatura algo arriesgada de tener más billetes en circulación que numerario en caja, sobre todo cuando en vez de dar estos billetes en cambio de rieles o de monedas, se dieron en cambio de letras garantidas simplemente por sus firmas.
Tal es el origen natural de los bancos de giro y descuento: grandes invenciones que caracterizan al comercio moderno, y que son, según la feliz expresión de Gioja, tesoros confiados al cuidado de una administración, para servir de garantía a billetes, cuyo objeto es facilitar los pagos [3].
318. Los bancos de depósito no podían, pues, hacer sus operaciones sino sobre una masa de certificados o de billetes igual al importe total de los valores depositados, al paso que los bancos de giro pueden emitir billetes por un valor triple o cuádruplo del importe del metálico que compone su fondo social; pero esta proposición, generalmente admitida, no se apoya en ninguna demostración científica [4].
319. Así un banco de giro beneficia los descuentos sobre los billetes y las letras de cambio del comercio, como si tuviera un capital triple o cuádruplo. Si no toma más que buenas firmas y papel a cortos plazos, no hay que encarecer las grandes ganancias que puede sacar de su posición, ni tampoco los grandes servicios que puede prestar a los comerciantes, que no tienen necesidad de metálico más que para pagar los picos, y que inmediatamente pueden realizar con interés el papel del banco, que de esta suerte se halla trasformado en un capital monetario.
Como los bancos de esta especie tienen en cierto modo el privilegio de acuñar moneda, fácilmente se comprende que no debe haber más que uno en una circunscripción dada, y que la autoridad superior tiene la imprescindible obligación de vigilar muy de cerca y con sumo cuidado sus operaciones.
320. Pudiera temerse a primera vista que un banco que emitiese su papel, no sólo por la suma del numerario que tiene en caja, sino también por un doble, verbi gracia, lo cual pondría en circulación una suma triple del importe de aquel numerario, podría verse obligado a suspender sus pagos si en una época de crisis o en un momento de terror pánico todos los portadores de sus billetes se presentasen a la vez en sus despachos a pedir dinero; pero la experiencia prueba que este temor no es, bien considerado, más que un peligro quimérico. Supongamos, en efecto, que el público, aquejado de una necesidad momentánea de dinero, o bien perdida toda confianza en el banco, acude a las puertas del establecimiento; veamos lo que sucederá naturalmente. Los cajeros pagarán con más lentitud de lo acostumbrado, si es preciso, a los primeros que se presenten, echando mano del numerario en depósito, y de este modo se hallará retirado de la circulación un tercio de los billetes. Durante este tiempo, los efectos de comercio, cuya época común es de 40 a 45 días, y eso con buenas firmas, llegarán a su vencimiento, y en menos de dos meses, los otros dos tercios de billetes quedarán pagados en dinero, y el depósito se hallará reconstituido íntegramente; lo más que podrá suceder será que los no-valores, o sean los valores no realizables, se equilibren con los beneficios del descuento. Por lo demás, esos terrores pánicos no pueden ocurrir más que en tiempos de revolución o de calamidades públicas, cuando todo está conmovido; y no hay ejemplo de que un banco haya tenido que sucumbir después de un suceso de esa naturaleza, antes por el contrario, todo nos autoriza a creer que esas crisis robustecen la confianza pública e inspiran nuevo vigor a los establecimientos de crédito.
321. Esto no obstante, de la emisión prudente, aunque atrevida, del triple o del cuádruplo en billetes de la suma en depósito a la emisión indefinida no hay más que un paso; y entonces la creación de esos capitales ficticios no dura más que un momento, los billetes de banco pasan pronto al estado de papel moneda, la confianza se desvanece, los pedidos de numerario se acumulan, y de la imposibilidad del reembolso nace la quiebra, que puede sumir en la ruina al comercio de una nación.
322. Al frente de los principales bancos modernos figuran el de Inglaterra y el de Francia.
El banco de Inglaterra es, al mismo tiempo que un establecimiento económico, una de las principales ruedas de la máquina del Estado; recibe y paga la mayor parte, de las sumas que se deben a los acreedores del erario; hace circular los billetes del tesoro (exchequer), y adelanta al Gobierno el importe anual de las contribuciones y del impuesto de la renta, que no se cobran sino bastante después. En cambio tiene el derecho de emitir banknotes, que son unos verdaderos billetes al portador.
El banco de Francia descuenta el papel del comercio que le acomoda, hace adelantos sobre los efectos públicos, los metales en barra y las monedas; toma en depósito títulos, monedas, alhajas, etc.; es también, pero accidentalmente, una de las ruedas del Estado, y acude en auxilio del tesoro descontando sus bonos o billetes del tesoro.
Estos dos bancos son, pues, a la vez bancos de depósito y de giro.
323. La cuestión de los bancos y de la organización del crédito es una de las más arduas de la economía política; pero no entra en el plan de estos Elementos, ni es de nuestro propósito tratarla con extensión, y así, no hemos hecho más que indicarla someramente. Los que quieran conocerla a fondo deben estudiar la historia de los bancos antiguos de Génova, de Hamburgo, de Amsterdan, de Venecia, etc.; la historia del famoso banco de Law [5], la de los dos grandes establecimientos arriba citados, la de los bancos de América, con ocasión de los cuales se han hecho en estos últimos años tan dolorosos experimentos [6], y también la de los bancos de Escocia, que pasan por estar bastante bien organizados para ser a un mismo tiempo cajas de ahorros y bancos socios de los empresarios íntegros y entendidos. Esto es hasta ahora lo mejor que se conoce en punto a institución de crédito.
Esta cuestión es inmensa, y aún resta muchísimo por hacer en esa senda. Además de que los bancos que tenemos son susceptibles de grandes mejoras, como no son más que industriales y mercantiles, y principalmente mercantiles, falta discurrir y plantear instituciones de crédito agrícola.

  1. En igual caso está el de España en Madrid.
  2. El más antiguo es el de Venecia, fundado en el año 1171 y que pereció en el 1797 con la república. El banco de Génova data del 1407, y es aún más célebre que el anterior; puede decirse que era un gran monte-pío mercantil destinado a hacer adelantos a los ciudadanos; dejó de existir con la república de Génova. El de Amsterdan se estableció en 1609, y duró hasta principios de este siglo. El de Hamburgo se fundó seis años después y dura todavía.
  3. Gioja: lib. II, sección II, cap. II.
  4. En la sesión anual del 25 de Mayo de 1844, la Academia de ciencias morales y políticas de París sentó el siguiente problema: -«¿Se puede, sin perjudicar a la seguridad de las transacciones ni al desarrollo de la producción, conciliar en cierta medida los dos medios de circulación, que son el metal amonedado y los billetes? ¿Cuál es esa medida? ¿Es la misma en todos los tiempos y en todos los países? La teoría, ilustrada por los hechos, ¿puede determinarla, o es preciso abandonarla a los tanteos del empirismo?»
  5. En sus escritos publicados en el tomo de los Economistas hacendistas del siglo XVIII, publicado por M. Guillaumin.
  6. Alude a las recientes quiebras de algunos bancos de los Estados-Unidos.