Elementos de economía política: 57

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Parte segunda : Distribución y consumo de la riqueza.[editar]

Sección I : De la repartición de los diferentes rendimientos.[editar]

Capítulo XIV : Principio de repartición entre los pueblos civilizados.[editar]

403. Recordemos antes de pasar adelante algunas materias elementales indicadas ya en la primera parte de esta obra.
Las fuentes de los rendimientos, o sea de los réditos, son los instrumentos generales de la producción: la tierra, el trabajo, el capital.
La tierra está casi siempre reunida con el capital; hay también con frecuencia en el trabajo, además del trabajo propiamente tal, un capital moral e intelectual, el talento o la habilidad.
Los réditos procedentes de estos tres instrumentos generales de producción se designan con distintos nombres.
Hemos llamado:
Al rédito de la tierra, RENTA y arriendo;
Al rédito del trabajo, RETRIBUCIÓN o JORNAL;
Al rédito del capital, PROVECHO e interés.
La palabra arriendo no es sinónima de renta; la palabra retribución es más genérica que la de jornal; la palabra interés es menos genérica que la de provecho. En el discurso de los capítulos consagrados a las tres especies de réditos tendremos ocasión de fijar nuevamente el sentido de todos estos términos.
404. Los réditos están actualmente repartidos entre todos los productores por conducto del empresario, que es el agente director de la producción. Siendo las más de las veces un producto el resultado de muchas empresas sucesivas, el empresario que recibe el producto no terminado de manos de otro empresario le reembolsa todos los adelantos hechos hasta entonces: de esta suerte un par de zapatos pasa por las manos del empresario colono, del empresario carnicero, del empresario curtidor, del empresario zurrador, del empresario zapatero y aun de varios empresarios mercaderes que se han hallado interpuestos en las diferentes fases de esa producción complexa.
405. Las cualidades de la moneda son tales, que generalmente se perciben sus réditos bajo la forma de esa mercancía; pero bien se comprende que es posible percibirlos bajo otra cualquiera.
406. La demostración de la variabilidad del valor en general, del valor del franco, por ejemplo, según los tiempos y los lugares, nos ha permitido ya decir que es imposible evaluar con exactitud el rédito de un país y comparar a las naciones entre sí bajo este punto de vista. Así, cuando se dice que la Francia posee un rédito de 8,000 millones de francos, es preciso tener presente que esa suma es un compuesto de unidades de magnitudes desiguales, por más que la cifra sea intachable a los ojos del estadístico más fidedigno.
407. Siendo así que la producción exige gastos, adelantos y consumos, el productor saca, ante todo, sobre el resultado de su industria, lo que ha adelantado. Si no retira más que un valor igual al que ha adelantado, ha trasformado riqueza sin crearla, y en general ha errado el golpe, porque ha consumido inútilmente su tiempo, su trabajo y su talento; pero si su producción es más normal, es decir, si después de haber retirado de su crédito en bruto los adelantos que ha hecho de capital, encuentra una diferencia en beneficio, esta diferencia no será en realidad suficiente, sino en el caso de que se halle en ella dos cosas muy distintas, a saber, su retribución como trabajador, y un beneficio neto o líquido que podrá capitalizar, consumir o emplear del modo que mejor le parezca. Téngase bien entendido que, en los adelantos que debe recobrar desde luego y apartar ante todo, se encuentran: primero, el jornal de los obreros, que no son sus socios, y que no han querido ni podido aguardar las eventualidades de la empresa; segundo, el arriendo que ha pagado al posesor del fundo; tercero, el interés del capital que le ha servido para hacer los adelantos, inclusa en ese arriendo y en ese interés la amortización del capital destruido en mejorar el fundo, o en el deterioro de los edificios, de las máquinas, etc.
408. En la sociedad actual, tal cual la ha formado la serie de los sucesos pasados, cuya tendencia parece que debe considerarse, sobre todo, como la resultante del desarrollo natural de las facultades del hombre que va avanzando en la senda de la civilización, la repartición de los bienes de este mundo se hace bajo la influencia del derecho de propiedad. Sobre el valor del beneficio líquido obtenido se hacen dos partes: la una para el pesesor del suelo, y la otra para el posesor del capital que ha hecho los adelantos.
409. Cuanto más es un hombre propietario de tierra y de capital tanto más rico se llama, y más derecho tiene a una renta superior a la de los demás hombres; siendo de advertir que cuando hablamos de capital, comprendemos en esta voz genérica el capital moral, que a su vez comprende el capital intelectual o el talento, y aun cualquier otro capital moral, como la virtud, el valor, etc.
Todo el mundo tiene en su mano apurar la verdad de este aserto en lo concerniente a la tierra y al capital material: insistamos para mostrar que la misma proporción se observa en punto al capital moral. Entre dos abogados ¿cuál es el que puede exigir mayor retribución? Seguramente que es el que da mejores consultas y gana más pleitos. Esto por lo que hace al talento. Entre dos cajeros ¿no es acaso el de mejor conducta el que inspira más confianza y por el que se hacen mayores sacrificios? Esto por lo que respecta a la virtud. Lo que decimos del abogado ¿no puede igualmente aplicarse a los artistas, a los sabios, a los literatos, etc.? Lo que decimos del cajero ¿no se aplica igualmente a todas las profesiones para las que se necesita lealtad, celo, rectitud, templanza, etc.?
Tal es la regla: las excepciones, muy numerosas ciertamente, que podrían citarse serían por lo común sacadas de las industrias y profesiones organizadas de un modo irregular, en forma de monopolio, fuera del derecho común y del principio de libertad.
410. Pero, para que el capital moral sea recompensado en razón directa de su utilidad y de su valor económico, es preciso que ese valor sea reconocido por la sociedad o por los individuos de la sociedad que tienen necesidad de él. Decimos valor económico, porque hay talentos que pueden tener un altísimo valor en su género y un valor mínimo en cambio, únicamente porque no tienen una grande utilidad. Un profunda inteligente en tulipanes, un sabio versadísimo en la lengua de los pueblos con quienes ningún género de relación tenemos ni hemos tenido nunca, el autor de una catedral gótica hecha con plumas de gallo, son mal pagados, porque lo que saben producir satisface poco las necesidades de la sociedad, y no posee sino en un grado muy inferior el primer elemento del valor de las cosas, que es la utilidad. Analícese bien la posición de los talentos arrinconados, y se verá que casi siempre ahí está todo el secreto de su posición precaria en medio de los demás hombres. Muy raro es que verdades útiles y fecundas se presenten clara y positivamente formuladas al nacer, y que sus autores sepan y puedan dar a conocer de pronto sus ventajas reales y tangibles; de suerte que éstos tardan bastante en sacar de ellas un valor en cambio proporcionado. Este fenómeno económico depende de la marcha de todas las cosas acá en la tierra y de la naturaleza del hombre; si el hombre de genio muere pobre e ignorado no es culpa del medio social en cuyo seno se produce; es porque ha venido al mundo demasiado pronto. ¿Por qué? Sólo Dios lo sabe. Obsérvese, sin embargo, que esas injusticias de la suerte disminuyen a proporción que se van difundiendo las luces.
411. Al investigar el fundamento del valor en cambio de los productos del talento, es decir, de los réditos que pueden y deben proporcionar, es preciso tener presente, que el valor de aquellos productos, cuyo primer fundamento es su utilidad, se regula también por la ley de la oferta y del pedido, combinada con la de los gastos de producción.
En completa igualdad de circunstancias, el talento [1] que más ha costado de adquirir es el que se hace pagar más; lo mismo exactamente sucede con el talento más pedido y menos ofrecido, o sea el más raro, el menos común. Cuando vemos un gran talento reducido a darse por poco precio, sucederá infaliblemente una de estas tres cosas: o el posesor de ese talento querrá hacer de él un don a los hombres por filantropía, por amor a la gloria, etc., o bien los productos de ese talento se verán ofrecidos en gran cantidad por sabios o artistas del mismo orden, o bien, por último, no satisfarán más que un cortísimo número de necesidades [2].
412. Hemos visto que la utilidad que está al alcance de todo el mundo no tiene valor cambiable: en la jurisdicción de la inteligencia sucede lo mismo con la utilidad que no puede dejar de producirse. Supongamos una invención tan obvia, tan terminante, tan fácil de comprender, que baste manifestarla para que todo el mundo la conozca y pueda servirse de ella sin necesidad de proporcionársela por medio de un cambio; es evidente que nadie querrá hacer sacrificios por una cosa tan fácil de obtener; entonces interviene la sociedad y vota recompensas nacionales. Un acto de gran valor que ha salvado a un país, un acto de virtud que le honra y le moraliza, no tienen valor en cambio, aunque están dotados de una inmensa utilidad. Del mismo modo el aire, útil hasta el punto de ser indispensable, no tiene precio alguno: nadie lo compra.
413. Los inconvenientes de una profesión aumentan su rendimiento. Adan Smith ha observado que si ciertas profesiones, como las de cómico y bailarín, etc., son más pagadas que la de un sabio, consiste, entre otras cosas, en que estas profesiones no tienen en la sociedad la misma consideración; en efecto, se ve que a medida que se va modificando la opinión en este punto, una competencia cada vez mayor hace disminuir el valor de los artistas que no poseen un talento extraordinario, un verdadero monopolio. Por el mismo motivo la profesión de pocero, que presenta notables desventajas, no obtiene más que una retribución próximamente igual a la de las demás profesiones manuales.
414. La seguridad del rédito disminuye el tanto de ese rédito, la inseguridad le aumenta. Los empleados que están seguros del pago se contentan con sueldos reducidos; al paso que los trabajadores, que siempre están dudosos sobre el resultado de sus operaciones, suelen ganar mucho más.
Pero no hay que confundir esa inseguridad sobre la cuota del rédito con las variaciones extremas de las especulaciones aventuradas. El que se dirige al azar no se puede decir que trabaja, ni siquiera que especula: lo que hace es jugar; y J. B. Say observa con razón que, en suma, las profesiones azarosas no están mejor retribuidas que las demás.
415. Cuando la riqueza aumenta, el trabajo es más buscado y los jornales suben: al mismo tiempo, como los capitales aumentan con la riqueza, éstos se ponen en competencia, y los provechos bajan; pero hay, sin embargo, casos en que los capitales abundan sin reclamar la cooperación de los trabajadores. Esto ha sucedido siempre que los capitalistas han sido víctimas de especulaciones arriesgadas.
Es cualidad ingénita en el capitalista ser codicioso de lucro y muy crédulo: las promesas le seducen fácilmente, pero una vez libre de la celada, se vuelve por mucho tiempo medrosísimo; el capitalista francés es el prototipo de este género. Este fenómeno y estas crisis se reproducen regularmente siempre; pero estas últimas no tendrán una larga duración sino en tanto que no se den sanas ideas sobre la ciencia de la riqueza a todas las clases de la sociedad, llamadas a tomar parte en los negocios de la industria, ya como trabajadores, ya como capitalistas, ya como terratenientes.
416. En resumen, la repartición de los beneficios sociales se hace, en la sociedad actual, bajo la influencia del principio de propiedad y con arreglo a las leyes que regulan la variación del valor.
A medida que la civilización va caminando, la sociedad se enriquece en cosas y en ciencias, es decir, el capital se eleva; la igualdad de accidentes, la igualdad de talento, la igualdad de sentimientos se introducen entre los hombres [3]. La tierra no aumenta, es cierto, pero su cultivo y sus productos se mejoran continuamente; en fin, el trabajo se perfecciona, se hace más sencillo y más fácil y produce más con menos sudores. Todos estos resultados son infalibles, si la población se modera de modo que no exceda del límite de las subsistencias. En el momento presente, los propietarios de las tierras, de los capitales y de algunos talentos dominan el mercado: los hombres que no tienen en su posesión más que el instrumento del trabajo, más numerosos, demasiado numerosos sin duda, se ven precisados a pasar por las condiciones que los imponen los demás hombres.
417. Terminaremos este capítulo con un cuadro que recordará sinópticamente el mecanismo de la repartición.
Fácil sería manifestar cómo concuerda este modo de repartición con los modos recientemente propuestos, o cómo se diferencia de ellos.

  1. Debemos entender por esta voz la aptitud o habilidad para hacer alguna cosa.
  2. Un gran cantor vale 20,000 duros: si hubiera diez cantores de igual mérito, no valdrían cada uno más que 2,000.
  3. Con el progreso las grandes personalidades desaparecen, todas las pequeñas se elevan: el genio solo dominará siempre a la especie humana y será mejor comprendido.