Elementos de economía política: 71

De Wikisource, la biblioteca libre.


Sección II : Del consumo de las riquezas.[editar]

Capítulo XIX : Análisis del consumo.[editar]

    • I. Nociones generales sobre el consumo.
    • II. De los consumos privados.
    • III. De la prodigalidad y de la disipación de los capitales.
    • IV. Del lujo.
    • V. De los consumos públicos.

§. I. Nociones generales sobre el consumo.[editar]

482. Muchas veces hemos tenido ya ocasión de emplear la expresión de consumo, cuyo sentido hemos explicado al explanar las funciones y el oficio del capital (198 y 199). Poco tendremos, pues, que añadir para determinar la naturaleza del consumo.
Hacemos un consumo cuando destruimos valor, riqueza. En general, todo producto es consumido, es decir, que se disfruta de su utilidad; así se halla compensado el afán que ha costado el producirle.
La lentitud o la rapidez con que se hacen los consumos no cambia su naturaleza; así la joya que dura siglos, el fruto o el producto inmaterial que dura una hora, pierden su valor del mismo modo.
Debemos, comprender en los consumos la exportación de los productos, porque esta operación los pone en el caso de las materias primeras que se emplean para la confección de otros productos. Recíprocamente, si se evaluasen las producciones de un país, sería preciso comprender en ellas sus importaciones.
483. Cuando se efectúa un consumo, la indemnización del que lo hace puede verificarse de dos maneras: ya por el bienestar que le resulta de una necesidad satisfecha, ya por una producción de riqueza igual o superior al valor consumido. Llamamos necesidad a toda voluntad del hombre, que tiene bastante intensidad para decidirle a sacrificar una porción cualquiera de valor; esa necesidad puede, pues, variar entre la que está dictada por el capricho más fútil y la provocada por la más imperiosa precisión. Todas estas necesidades varían según los tiempos, los lugares, las costumbres, los caracteres y las circunstancias; sólo el buen sentido, ilustrado por una sana moral, puede clasificarlas y asignarles el grado de importancia que les corresponde (225).
484. Se ha llamado consumo improductivo a todo consumo de un producto destinado a satisfacer las necesidades o los placeres del hombre. Esta expresión es en verdad poco feliz. Bien se comprende que el ciudadano inútil, que el ocioso destruya improductivamente todo lo que consume; pero es difícil calificar de ese modo el consumo del trabajador, su manutención, sus vestidos, su sustento físico y moral; es preciso, pues, dar a esa palabra una significación móvil, que designe diversos grados de improductividad, según la importancia industrial y social del consumo que se quiere caracterizar.
Por consumo reproductivo entienden los economistas los adelantos que se hacen en la producción, y que se hallan representados al fin de la operación por un valor igual, o mejor aún, superior a la riqueza consumida.
485. Del mismo modo que la producción (92), el consumo puede considerarse como un cambio en el que se dan riquezas adquiridas o servicios de instrumentos (tierra, trabajo o capital) para recibir satisfacciones o nuevas riquezas, según que el consumo es estéril o reproductivo.
486. Es útil hacer distinción entre el gasto y el consumo, que son sinónimos en el lenguaje usual. Gastar es comprar con dinero, lo que se trata de consumir; así, gasto no siempre es sinónimo de consumo, ni aun de consumo estéril.
487. Fácil es evidenciar una reacción del consumo sobre la producción y de la producción sobre el consumo; pero hay en punto a la apreciación de este fenómeno doctrinas muy distintas: una que sostiene que cuanto más se consume más se produce; de suerte que es preciso constantemente buscar consumidores, siendo de advertir que los partidarios de esta doctrina entienden por consumidores a los ricos capaces de multiplicar sus gastos. Esta teoría es, en sentir de J. B Say, viciosa, aristocrática, y además inadmisible. En efecto, los que consumen sin haber antes producido, consumen los valores creados por otros, y de aquí resultan una falsa distribución de la riqueza y la sanción del estado de hombre ocioso.
488. Hablando J. B. Say del principio de que los consumos están limitados por los rendimientos, saca de él la consecuencia de que conviene la multiplicación de éstos, o sea el gran desarrollo de la producción, para que así se aumente luego el consumo [1].
489. Hay en este punto una preocupación muy general. Puesto que el consumo dicen aumenta la producción, es preciso consumir todo lo más que se pueda, y por consiguiente, no hay por qué sentir la destrucción de ciertos objetos, ni el deterioro de otros, toda vez que, una vez destruidos o deteriorados, habrá que reemplazarlos, y esto hace prosperar al comercio.
Como un consumo se hace siempre con exclusión de otro, un destrozo cualquiera hace prosperar a una industria con detrimento de otra tal vez más natural, sobre todo, cuando se trata de objetos de lujo; y luego ¿no es evidente que no se debe recurrir al consumo estéril sino cuando es indispensable, o cuando la satisfacción que de él resulta puede compensar esa improductividad?
490. Es evidente que debemos colocar en la clase de los consumos más favorables a los consumos reproductivos, porque llevan en sí el germen da su renovación: tal es el consumo de todo lo que se emplea en la industria.
Entre los consumos improductivos, los que se debe procurar con mayor empeño obtener son los de las clases más numerosas. Los de los pueblos pobres, que carecen actualmente de una multitud de objetos, pudieran en su día alimentar una producción incesante, si llegasen poco a poco a emanciparse y a gozar del bienestar que disfruta hoy el estado llano en toda la Europa culta.

  1. Curso completo, parte VII, capítulo IV.