Enrique IV: Primera parte, Acto V, Escena IV

De Wikisource, la biblioteca libre.
Enrique IV de William Shakespeare
Primera parte: Acto V, Escena IV



ACTO V ESCENA IV

Otra parte del campo de batalla.

(Clarines, escaramuzas. Entran el Rey, Príncipe Enrique, Príncipe Juan, Westmoreland.)

REY ENRIQUE.- Te ruego, Harry, retírate, estás perdiendo mucha sangre. Id con él, lord Juan de Lancaster.

PRÍNCIPE JUAN.- No, milord, no antes de perder mi sangre como él.

PRÍNCIPE ENRIQUE.- Ruego a Vuestra Majestad que vuelva al frente de las tropas; temo que vuestra retirada alarme a nuestros enemigos.

REY ENRIQUE.- Voy a hacerlo... Lord Westmoreland, conducidlo a su tienda.

WESTMORELAND.- Vamos, milord, ¡voy a conduciros!

PRÍNCIPE ENRIQUE.- ¿Conducirme, milord? No necesito vuestra ayuda. ¡No permita el cielo que un simple rasguño, arroje al príncipe de Gales fuera de un campo de batalla como éste, donde la nobleza, bañada en sangre, es pisoteada, donde las armas rebeldes triunfan en el degüello!

PRÍNCIPE JUAN.- Nos reposamos demasiado; venid, primo Westmoreland, por aquí nos llama el deber, ¡venid, en nombre del cielo!

(Salen Príncipe Juan y Westmoreland)

PRÍNCIPE ENRIQUE.- ¡Vive Dios, que me has engañado, Lancaster! No te creía hombre de tal temple. Antes, te amé como un hermano, Juan; ahora, ¡me eres tan sagrado como mi alma!

REY ENRIQUE.- Le he visto resistir a Percy con tan firme actitud como no encontraría en otro guerrero tan inexperto.

PRÍNCIPE ENRIQUE.- ¡Oh, sí! Ese niño nos inflama a todos.

(Sale)

(Toques de alarma. Entra Douglas)

DOUGLAS.- ¿Otro Rey? ¡Retoñan como las cabezas de la hidra! Soy el Douglas fatal a todos los que llevan esas insignias. ¿Quién eres tú, que simulas la persona del rey?

REY ENRIQUE.- El rey en persona, quien, Douglas, lamenta en el alma que tantas veces hayas encontrado su sombra y nunca al rey Verdadero. Tengo dos hijos que os buscan, a ti y a Percy, en el campo de batalla; pero, puesto que mi buena estrella te trae a mi camino, quiero probarte; así, defiéndete.

DOUGLAS.- Temo que seas otro falso rey, aunque, a la verdad, tienes el aspecto soberano. Pero, seas quien fueres, eres mío y así te venzo.

(Combaten; en el momento en que el rey se encuentra en peligro, entra el príncipe Enrique)

PRÍNCIPE ENRIQUE.- Levanta la cabeza, vil escocés o no la levantarás ya más. Animan mi espada los espíritus de Shirley, de Stafford y de Bluiit; es el Príncipe de Gales que te amenaza, que nunca prometió sin cumplir.

(Combaten; Douglas huye)

¡Ánimo, milord! ¿Cómo se encuentra Vuestra Majestad? Sir Nicolás Gansey ha mandado pedir refuerzo, así como Clifton; voy ahora mismo a unirme con Clifton.

REY ENRIQUE.- Detente y respira un momento. Has redimido tu perdida reputación y demostrado que aprecias mi vida, en el brillante rescate que de mí has hecho.

PRÍNCIPE ENRIQUE.- ¡Oh cielos! ¡Grave injuria me hicieron los que han dicho que yo anhelaba vuestra muerte! Si así hubiera sido, me habría bastado dejar caer sobre vos el brazo insultante de Douglas, que habría apresurado vuestro fin tanto como todas las pociones venenosas del mundo y ahorrada la tarea traidora a vuestro hijo.

REY ENRIQUE.- Corre a donde está Clifton; yo voy al socorro de Gansey.

(Sale el rey Enrique)

(Entra Hotspur)

HOTSPUR.- Sino me engaño, eres Harry Monmouth.

PRÍNCIPE ENRIQUE.- Hablas como si yo quisiera negar mi nombre.

HOTSPUR.- Mi nombre es Harry Percy.

PRÍNCIPE ENRIQUE.- Entonces, veo a un valiente rebelde de ese nombre. Soy el Príncipe de Gales y no pienses, Percy, disputarme más la gloria; dos astros no pueden moverse en la misma esfera, ni puede la Inglaterra aceptar el doble cetro de Harry Percy y del Príncipe de Gales.

HOTSPUR.- No será así, Harry, porque ha llegado la última hora para uno de nosotros. ¡Quisiera el cielo que tu fama guerrera fuera tan grande como la mía!

PRÍNCIPE ENRIQUE.- Voy a hacerla mayor, antes de separarnos. Quiero segar todos los honores brotados sobre tu casco y hacer con ellos una guirnalda para mi frente.

HOTSPUR. - No puedo soportar más tiempo tus fanfarronadas.

(Combaten)

(Entra Falstaff)

FALSTAFF.- ¡Bien contestado, Hal! ¡Duro en él, Hal! Ahora verás, te lo aseguro, que eso no es juguete de niño.

(Entra Douglas, que combate con Falstaff, quien cae como muerto; sale Douglas. Hotspur es herido y cae)

HOTSPUR.- ¡Oh Harry, me has arrebatado mi juventud! Siento menos la pérdida de esta vida frágil, que los lauros que sobre mí has ganado. Hieren mi pensamiento más de lo que tu espada hirió mi carne. Pero el pensamiento es el esclavo de la vida y la vida la mofa del tiempo; el Tiempo señor de todo lo creado, debe también detenerse. ¡Si pudiera decir mi profecía! Pero la terrosa y helada mano de la muerte sella mi labio. No, Percy, no eres más que polvo y pasto para los...

(Muere)

PRÍNCIPE ENRIQUE.- ¡Para los gusanos, bravo Percy! ¡Adiós, gran corazón! ¡Ambición mal tejida, cómo se encoge tu trama! Cuando ese cuerpo contenía tu alma, tu reino le parecía estrecho espacio; pero ahora, dos pasos de la más vil tierra le son morada suficiente. Pero esta tierra que ahora te alberga muerto, no sostiene sobre ella un caballero más fuerte.

(Se reclina sobre el cadáver)

Si aun fueras sensible a la cortesía, no te daría una prueba tan profunda de mi admiración; deja que mis cuidados velen tu mutilada faz, a mi en tu obsequio, me hago una gloria en cumplir contigo los nobles ritos del afecto. ¡Lleva al cielo sólo las alabanzas que mereciste; quede sepultada tu ignominia en la tumba que tu epitafio no la recuerde!

(Ve a Falstaff en el suelo)

¡Cómo! ¡Una vieja relación! ¿Toda esa carne no ha podido conservar ni un poco de vida? ¡Adiós, pobre Jack! ¡No habría perdido con mayor dolor mi hombre mejor que tú! Si realmente hubiera amado la frivolidad, me habrías hecho una gran falta. La muerte no ha cogido mi venado más gordo que tú, aunque haya tronchado muchas existencias más queridas en esta sangrienta refriega. Quiero verte embalsamado dentro de poco; hasta entonces, reposa en la sangre, al lado del noble Percy.

(Sale)

FALSTAFF.- (Levantándose lentamente) ¡Embalsamado! Si me embalsamas hoy, te permito salarme mañana y comerme en seguida. ¡Canario! Era tiempo de simular el muerto; si no ese fogoso y turbulento escocés me habría pagado el escote. ¿Simular? Me engaño, no tengo nada de simulado. Morir es simular, porque mi cadáver que no tiene la vida de un hombre, es un simulacro de un hombre. Pero simular los muertos, cuando se está en plena vida, eso no es simulacro, sino la real y perfecta imagen de la vida. La mejor parte del valor es la prudencia; en virtud de esa mejor parte, he salvado la vida. ¡Cáspita! Me da miedo esa pólvora de cañón de Percy, aunque esté muerto. Diablo, ¿si él también simulara y fuera a levantarse? ¡Hum! me parece que de los dos muertos fingidos el más sólido sería él. Sin embargo, voy a asegurarle y podrá jurar que le maté yo. ¿Por qué no se levantaría también como yo?, Nadie puede desmentirme sino quien me vea y nadie me ve.

(Hiere el cadáver)

Con que amigo, esta herida más en el muslo y vámonos.

(Se echa el cadáver a la espalda)

(Vuelven el Príncipe Enrique y el Príncipe Juan)

PRÍNCIPE ENRIQUE.- ¡Bien, hermano Juan! Has estrenado heroicamente tu virgen espada.

PRÍNCIPE JUAN.- ¡Pero, mira! ¿Quién tenemos aquí? ¿No me habíais dicho que ese hombre gordo había muerto?

PRÍNCIPE ENRIQUE.- Sí; yo mismo le vi en el suelo inanimado y sangriento. ¿Estás vivo? ¿o eres una fantasía que engaña nuestras miradas? Habla, te lo ruego; no queremos creer a nuestros ojos sin el testimonio de nuestros oídos. Tú no eres lo que pareces ser.

FALSTAFF.- No, a la verdad. No soy un hombre doble; pero sino soy Juan Falstaff, entonces soy un Juan Lanas. Ahí está Percy; (echando al suelo el cadáver) si vuestro padre quiere recompensarme con algún honor, bien está, sino, que mate él mismo al próximo Percy. Espero ser conde o duque, os lo aseguro.

PRÍNCIPE ENRIQUE.- Pero si yo fui quien mató a Percy y a ti te vi muerto.

FALSTAFF.- ¿Tú?... ¡Señor, señor! ¡Cómo impera la mentira en este mundo! Concedo que yo estaba en el suelo y sin aliento y ese lo mismo pero ambos nos levantamos al momento y combatimos una hora larga por el reloj de Shrewsbury. Si se quiere creerme, perfectamente; si no, que recaiga sobre los que deben premiar a los hombres de valor tal pecado de ingratitud. Sostendré con mi cabeza que le he hecho esta herida en el muslo; si él hombre estuviera vivo y lo negara, le haría comer un pedazo de mi espada.

PRÍNCIPE JUAN.- ¡Jamás he visto un caso más extraño!

PRÍNCIPE ENRIQUE.- Es que no hay, tipo más extraño, hermano mío. Vamos, échate con soberbia tu carga al hombro. Por mi parte, si una mentira puede traerte beneficio, la doraré con los más felices términos que pueda.

(Suena la retirada)

Las trompetas suenan la retirada, el día es nuestro. Venid, hermano, vamos hasta el extremo del campo, para ver que amigos viven aun y cuales han muerto.

(Salen el Príncipe Enrique y el Príncipe Juan)

FALSTAFF.- Voy a seguirles donde dicen para tener mi recompensa. A aquel que me recompense, Dios le recompense. Si crezco en grandeza, creceré en tristeza, porque me purgaré, dejaré el vino y viviré limpiamente, como conviene a un caballero.

(Sale, llevándose el cuerpo)