Himno a Diana

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​Himno a Diana​ de José Joaquín de Olmedo

Dedicado al amable cazador, mi amigo J. R. O.

Ven, hermosa Diana,
y da al cazador,
que tus leyes sigue,
tu gracia y favor.

Ven que tú en los campos
fuiste la primera
que agitó las fieras
y las tiernas aves,
que cantan suaves
cuando nace el sol.

Ven, hermosa Diana,
y da al cazador,
que te ama y te sigue,
tu ayuda y favor.

Al viento vagaba
tu libre cabello,
y del hombro bello
la aljaba pendía,
y el pie te lamía
el can corredor.

Ven, hermosa Diana,
y da al cazador,
que te ama y te sigue,
tu ayuda y favor.

Dame las saetas
de tu arco certero,
o haz que el plomo fiero
alcance y traspase
cuando al monte pase
el ciervo veloz.

Ven, hermosa Diana,
y da al cazador,
que te ama y te sigue,
tu ayuda y favor.

Si al zarzal huyere
la ágil gallareta,
con su rastro inquieta
al diestro sabueso,
y al tenaz latido,
del cieno escondido
salga desalada,
corra, vuela y caiga,
aunque alas le añada
su mismo temor.

Ven, hermosa Diana,
y da al cazador,
que te ama y te sigue,
tu ayuda y favor.

Dicen que se goza
sólo en la ciudad
de amor, de amistades
y dulce recreo,
mas yo en este empleo
la ciudad olvido,
su brillo, su ruido,
y olvido el amor.

Ven, hermosa Diana,
y da al cazador,
que te ama y te sigue,
tu ayuda y favor.

Que tú castigaste
al curioso Acteón,
que de amor movido
desnuda te vió.
Convertido en ciervo
al punto corrió,
y los tus sabuesos
con rabia feroz
parten a vengarte
de la injuria atroz.
El bosque llenaron
de agudo clamor;
lo siguen, lo acosan
con curso veloz,
parten sus entrañas
y su corazón.
Los necios y ciegos
sigan al Amor,
y sufran y penen,
que a Diana amo yo.

Ven, hermosa Diana,
y da al cazador,
que te ama y te sigue,
tu ayuda y favor.

Si tú dirigieres
mi tímida mano,
ningún tiro vano
saldrá del cañón;
y yo te prometo
con todo el respeto
de mi corazón
no cazar jamás
sin invocarte antes
con esta canción.

Ven, hermosa Diana,
y da al cazador,
que te ama y te sigue,
tu ayuda y favor.

Vamos, compañeros,
¿no veis los accesos
de nuestros sabuesos?,
vamos con ardor.
No temáis al frío,
no temáis al sol,
que ya volveremos
cargados, sudosos,
pero más gloriosos
que un conquistador.