Intolerancia (DFV)

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Diccionario Filosófico - Tomo VII de Voltaire
Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

Intolerancia

LEED el artículo Intolerancia, en el gran Diccionario enciclopédico; y el Tratado de la Tolerancia, compuesto con motivo del horroroso asesinato de Juan Calas, ciudadano de Tolosa [1]; y si después de esto admitís la persecución en materia de religión, podéis compararos con Ravaillac: ya sabéis que Ravaillac era muy intolerante.

He aquí en sustancia a lo que se reducen todos los discursos de los intolerantes:

¡Qué! monstruo que arderás para siempre en el otro mundo, y que yo haré quemar en este luego que pueda, ¿tienes la insolencia de leer a Thou y a Bayle, que están en el índice de Roma? Cuando yo te predicaba de parte de Dios, que Sansón había matado mil Filisteos con la quijada de un borrico, tu cabeza mas dura que el arsenal donde Sansón tomaba sus armas, me hacia conocer por un movimiento de derecha a izquierda que no creías nada de todo esto. Y cuando yo te decía, que el diablo Asmodeo. que torció el pescuezo por los celos a los siete maridos de sarai entre los Medos, está encadenado en el alto Egipto; he visto una contraccioncilla de tus labios, llamada cachinus en latín, que me significaba que en el fondo de tu alma te burlabas de la historia de Asmodeo.

Y vosotros, Isaac Newton; Federico el Grande rey de Prusia, elector de Brandeburgo; Juan Locke; emperatriz de Rusia, vencedora de los Otomanos; Juan Milton;, benéfico monarca de Dinamarca; Shakespeare; sabio de Suecia; Leibnitz; augusta casa de Brunswick; Tillotson; emperador de la China; parlamento de Inglaterra, consejo del gran Mogol, y en fin todos vosotros que no creéis una palabra de lo que yo he enseñado en mis cuadernos de teología; yo os declaro que os considero a todos como paganos, o como vistas de aduanas, como os lo he dicho frecuentemente para imprimirlo en vuestro duro cerebro. Vosotros sois unos malvados empedernidos; todos iréis a la gehenne, donde el gusano no muere, y donde el fuego no se apaga; porque yo tengo razón y vosotros os equivocaste, porque yo tengo la gracia, y vosotros no la tenéis. Yo confieso tres devotas de mi barrio, y vosotros no confesáis ninguna. Yo he hecho pastorales para obispos, y vosotros no las habéis hecho nunca. Yo he dicho injurias de lavadero a los filósofos, y vosotros los habéis protegido, o imitado, o igualado: yo he hecho piadosos libelos infamatorios, atestados de viles calumnias, y vosotros no los habéis jamás leído: yo digo todos los días una misa en latín por dos reales y medio, y vosotros no asistís a ella mas que Cicerón, Catón, Pompeyo, César, Horacio y Virgilio, que no la oyeron nunca. Por consiguiente todos vosotros merecéis que se os corte la mano, que se os arranque la lengua, que se os dé tormento, y que se os queme con leña verde; porque Dios es misericordioso.

Estas son, sin suprimir nada, las máximas de los intolerantes, y el compendio de todos sus libros. Confesemos que es un placer vivir con estas gentes.


  1. Véase el vol. II de Política y Legislación.