Job (DFV)

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Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

Job

Buenos días, amigo Job; tú eres uno de los originales mas antiguos de que hacen mención los libros; tú no eras judío, y se sabe que él libro que tiene tu nombre, es mas antiguo que el Pentateuco. Si los Hebreos que lo han traducido del árabe, se han servido de la palabra Jehová para significar a Dios, tomaron esta palabra de los Fenicios y de los Egipcios, como no lo dudan los verdaderos sabios. La palabra satán no era hebrea, sino caldea, como se sabe bien.

Tú vivías en los confines de la Caldea. Los comentadores, dignos de su oficio, suponen que tú creías en la resurrección, porque estando tendido en tu muladar, has dicho en tu capítulo XIX, que algún día te levantarías. Un enfermo que espera su curación, no por eso espera resucitar; pero yo te quiero hablar de otras cosas.

Confiesa que eras un gran hablador; pero tus amigos lo eran más que tú. Se dice que poseías siete mil carneros, tres mil camellos, mil bueyes, y quinientas borricas. Voy a formarte la cuenta. .

Siete mil carneros a tres libras y media (catorce reales), cada uno hacen veinte y dos mil y quinientas libras tornesas : £22,500.
Computo los tres mil camellos a cincuenta escudos cada uno : 450,000.
Mil bueyes no pueden estimarse el uno con el otro en menos de : 80,000.
Y las quinientas borricas a veinte francos cada una : 10,000.
Suma todo : £562,500.

Sin contar los muebles, joyas y galas.

Yo he sido mucho más rico que tú; y aunque he perdido una parte de mis bienes, y aunque estoy enfermo como tú, no he murmurado contra Dios, como te lo afeaban tus amigos algunas veces.

Yo no estoy contento con Satanás, que para inducirte a pecar, y para que olvidases a Dios, pide licencia de quitarte tus bienes y darte la sarna. En semejante estado han recurrido siempre los hombres a Dios Las gentes felices son las que se olvidan de la Divinidad. Satanás no conocía bastante el mundo: después se ha formado, y cuando quiere asegurarse de alguno, lo hace un director de rentas, o alguna cosa mejor, si es posible. Esto es lo que nuestro amigo Pope nos ha demostrado claramente en la historia del caballero Balaam.

Tu mujer era una impertinente; pero tus amigos, Eliphas natural de Theman en Arabia, Baldad de Suez, y Sophar de Nahamath eran mucho mas impertinentes que ella; pues te exhortaban a la paciencia de una manera capaz de impacientar al mas manso de los hombres. Ellos te hicieron largos sermones, mas fastidiosos que los que predica el bellaco V....e en Ámsterdam, y el ..... &c.

Es cierto que tú no sabes lo que dices cuando exclamas: "¡Dios mío! ¿Soy yo un mar, o una ballena para estar encerrado por vos como en una prisión?" Pero tus amigos no sabían mas cuando te responden: "Que el día no puede reverdecer sin humedad y que la yerba de los prados no puede crecer sin agua." Nada hay menos consolador que semejante axioma.

Sophar de Nahamath te acusa de ser un hablador; pero ninguno de tus buenos amigos te presta un escudo. Yo no te hubiera tratado así. Nada hay más común que las gentes que dan consejos, y nada más raro que las que dan socorros. No merece la pena el tener tres amigos para no recibir de ellos ni una gota de caldo cuando estamos enfermos. Yo me imagino que cuando Dios te devolvió tus riquezas y tu mujer, no se atrevieron esos elocuentes personajes a presentarse delante de ti: y así los amigos de Job han pasado a proverbio.

Dios se enfadó mucho con ellos y les dijo claramente en el capitulo XLII, que son fastidiosos e imprudentes; y los condenó a una multa de siete toros y de siete moruecos por haber dicho tonterías. Yo los hubiera condenado porque no socorrieron a su amigo.

Te suplico me digas, si es cierto que viviste ciento y cuarenta años después de esta aventura. Me gusta mucho que los hombres honrados vivan mucho tiempo; pero es preciso que los hombres del día sean unos grandes bribones; porque ¡es tan corta su vida!

Fuera de esto, el libro de Job es uno de los más preciosos de toda la antigüedad. Es evidente que este libro es de un árabe que vivía antes del tiempo en que colocamos a Moisés. Se dice que Eliphas, uno de los interlocutores, es de Theman, que era una antigua ciudad de Arabia: Baldad era de Suez, otra ciudad de Arabia; y Sophar era de Nahamath, también de Arabia más hacia el oriente.

Pero lo que es mas digno de observarse, y que prueba que esta fábula no puede ser de un judío, es que se habla en ella de tres constelaciones, que nosotros llamamos en el día la Osa, el Orión y las Híadas. Los Hebreos no tuvieron nunca el menor conocimiento de la astronomía, ni aun tenían una palabra para expresar esta ciencia; todo lo que concierne a las artes del entendimiento, les era desconocido, hasta el nombre de geometría.

Al contrario los árabes que habitaban en tiendas, y que estaban continuamente en estado de observar los astros, fueron tal vez los primeros que arreglaron sus años por la inspección del cielo.

También es una observación aun más importante, que en este libro no se habla más que de un solo Dios. Es un error absurdo haber imaginado que los Judíos fueron los únicos que reconocieron un solo Dios: esta era la doctrina de casi todo el Oriente; y los Judíos no fueron en esto más que unos plagiarios, como lo fueron en todo.

En el capítulo XXXVIII habla el mismo Dios a Job desde el medio de un torbellino; lo que después ha sido imitado en el Génesis. No se puede repetir demasiado que los libros judíos son muy nuevos. La ignorancia y el fanatismo gritan que el Pentateuco es el libro mas antiguo del mundo: y es evidente que los libros de Sanchoniathon, los de Thaut anteriores de ochocientos años a los de Sanchoniathon, los del primer Zerdust, el Shasta, el Veidam de las Indias que conservamos todavía, los cinco Kings de los Chinos, y en fin el libro de Job, todos estos son de una antigüedad mucho mas remota, que ningún libro judío. Está demostrado que este pequeño pueblo no pudo tener anales hasta que tuvo un gobierno estable; que no tuvo este gobierno hasta el tiempo de sus reyes; y que su jerga no se formó sino con el tiempo de una mezcla de fenicio y de árabe. Hay pruebas incontestables de que los Fenicios cultivaron las letras mucho tiempo antes que ellos. Su profesión fue el latrocinio y el corretaje, y no fueron escritores sino por acaso. Los libros de los Egipcios y de los Fenicios se han perdido; los Chinos, los Bramas, los Guebros y los Judíos han conservado los suyos. Todos estos monumentos son curiosos; pero no son mas que monumentos de la imaginación humana, en los que no se puede aprender una sola verdad, ni física, ni histórica. En el día no hay ningún libro de física, que no sea más útil que todos los libros de la antigüedad.

El buen Calmet, o Don Calmet (porque los benedictinos quieren que se les llame Don), este cándido comentador de tantos desvaríos y de tantas necedades, este hombre que su simplicidad ha hecho tan útil para el que quiera reírse de las antiguas tonterías, refiere fielmente las opiniones de los que han querido adivinar la enfermedad de Job, como si Job hubiera sido un personaje verdadero. En seguida afirma sin vacilar que Job tuvo gálico, y amontona, como lo tiene de costumbre, pasaje sobre pasaje para probar lo que no es verdad. Este comentador no había leído la historia del gálico por Astruc; porque Astruc no era ni padre de la Iglesia, ni doctor de Salamanca, sino un médico muy sabio: y el buen hombre Calmet no sabía ni aun si existía tal medico. ¡Qué pobres gentes son los frailes compiladores!


(Por un enfermo en las aguas de Aix lo Chapellef.)