La escuela moderna :3

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Francisco Ferrer y Guardia, La escuela moderna, 1908.

.III.

RESPONSABILIDAD ACEPTADA

En posesión de los medios necesarios a mi objeto, pensé sin pérdida de tiempo en llevarle a la práctica.

Llegado el caso de haber de salir de las vaguedades de una aspiración no bien definida aun, hube de pensar en precisarla, hacerla viable, y al efecto, reconociendo mi competencia respecto de la técnica pedagógica, pero no confiando demasiado en las tendencias progresivas de los pedagogos titulares, considerándolos ligados en gran parte por atavismos profesionales o de otra especie, me dediqué a buscar la persona competente que por sus conocimientos, su práctica y su elevación de miras coincidiera con mis aspiraciones y formulara el programa de la Escuela Moderna que yo había concebido y que había de ser, no el tipo perfecto de la futura escuela de la sociedad razonable, sino su precursora, la posible adaptación racional al medio, es decir, la negación positiva de la escuela del pasado perpetuada en lo presente, la orientación verdadera hacia aquella enseñanza integral en que se iniciará a la infancia de las generaciones venideras, en el más perfecto esoterismo científico.

Persuadido de que el niño nace sin idea preconcebida, y de que adquiere en el transcurso de su vida las ideas de las primeras personas que le rodean, modificándolas luego por las comparaciones que de ellas hace y según sus lecturas, observaciones y relaciones que le procura el ambiente que le rodea, es evidente que si se educara al niño con nociones positivas y verdaderas de todas las cosas, y se le previniera que para evitar errores es indispensable que no se crea nada por fe sino por experiencia y por demostración racional, el niño se haría observador y quedaría preparado para toda clase de estudios.

Hallada la persona buscada, mientras ésta trazaba las primeras líneas del plan para su realización, se practicaron en Barcelona las diligencias necesarias para la creación del establecimiento: designación del local, su preparación, compra del material, su colocación, personal, anuncios, prospectos, propaganda, etc., y en menos de un año, a pesar del abuso de confianza de cierto sujeto que aceptó mi encargo y me puso en grave peligro de fracaso, todo quedó dispuesto, siendo de notar que al principio hube de luchar con no pocas dificultades, presentadas, no por los enemigos de la enseñanza racional, sino por cierta clase de arbitristas que me ofrecían como producto de su saber y de su experiencia indicaciones y consejos que no podían considerarse más que como manifestación de sus preocupaciones. Así, por ejemplo, hubo quien, inspirado en mezquindades de patriotismo regional, me propuso que la enseñanza se diera en catalán empequeñeciendo la humanidad y el mundo a los escasos miles de habitantes que se contienen en el rincón formado por parte del Ebro y los Pirineos. Ni en español la establecería yo -contesté al fanático catalanista, -si el idioma universal, como tal reconocido, lo hubiera ya anticipado el progreso. Antes que el catalán, cien veces el esperanto.

Este incidente me confirmó más y más en mi propósito de no someter lo culminante de mi plan al prestigio de personas ilustradas, que con toda su fama no adelantan un paso voluntariamente en la vía progresiva.

Me sentía bajo el peso de una responsabilidad libremente aceptada y quise cumplirla a satisfacción de mi conciencia.

Enemigo de la desigualdad social, no me limité a lamentarla en sus efectos, sino que quise combatirla en sus causas, seguro de que de ese modo se ha de llegar positivamente a la justicia, es decir, a aquella ansiada igualdad que inspira todo afán revolucionario.

Si la materia es una, increada y eterna; si vivimos en un cuerpo astronómico secundario, inferior a incontable número de mundos que pueblan el espacio infinito, como se enseña en la Universidad y pueden saber los privilegiados que monopolizan la ciencia universal, no hay razón ni puede haber pretexto para que en la escuela de primeras letras, a que asiste el pueblo cuando puede asistir a ella, se enseñe que Dios hizo el mundo de la nada en seis días, ni toda la colección de absurdos de la leyenda religiosa.

La verdad es de todos y socialmente se debe a todo el mundo. Ponerle precio, reservarla como monopolio de los poderosos, dejar en sistemática ignorancia a los humildes y, lo que es peor, darles una verdad dogmática y oficial en contradicción con la ciencia para que acepten sin protesta su ínfimo y deplorable estado, bajo un régimen político democrático es una indignidad intolerable, y, por mi parte, juzgo que la más eficaz protesta y la más positiva acción revolucionaria consiste en dar a los oprimidos, a los desheredados y a cuantos sientan impulsos justicieros esa verdad que se les estafa, determinante de las energías suficientes para la gran obra de la regeneración de la sociedad.

He aquí la primera noticia de la existencia de la Escuela Moderna lanzada al público:

PROGRAMA

La misión de la Escuela Moderna consiste en hacer que los niños y niñas que se le confíen lleguen a ser personas instruídas, verídicas, justas y libres de todo prejuicio.

Para ello, sustituirá el estudio dogmático por el razonado de las ciencias naturales.

Excitará, desarrollará y dirigirá las aptitudes propias de cada alumno, a fin de que con la totalidad del propio valer individual no sólo sea un miembro útil a la sociedad, sino que, como consecuencia, eleve proporcionalmente el valor de la colectividad.

Enseñará los verdaderos deberes sociales, de conformidad con la justa máxima: No hay deberes sin derechos; no hay derechos sin deberes.

En vista del buen éxito que la enseñanza mixta obtiene en el extranjero, y, principalmente, para realizar el propósito de la Escuela Moderna, encaminado a preparar una humanidad verdaderamente fraternal, sin categoría de sexos ni clases, se aceptarán niños de ambos sexos desde la edad de cinco años.

Para completar su obra, la Escuela Moderna se abrirá las mañanas de los domingos, consagrando la clase al estudio de los sufrimientos humanos durante el curso general de la historia y al recuerdo de los hombres eminentes en las ciencias, en las artes o en las luchas por el progreso.

A estas clases podrán concurrir las familias de los alumnos.

Deseando que la labor intelectual de la Escuela Moderna sea fructífera en lo porvenir, además de las condiciones higiénicas que hemos procurado dar al local y sus dependencias, se establece una inspección médica a la entrada del alumno, de cuyas observaciones, si se cree necesario, se dará conocimiento a la familia para los efectos oportunos, y luego otra periódica, al objeto de evitar la propagación de enfermedades contagiosas durante las horas de vida escolar.

En la semana que precedió la inauguración de la Escuela Moderna, invité a la prensa local que visitara su instalación para su anuncio al público, y como recuerdo y hasta como documento histórico, incluyo la siguiente reseña que del acto dió El Diluvio:

ESCUELA MODERNA

Galantemente invitados, tuvimos el gusto de asistir a la inauguración de la nueva escuela que bajo el expresado título se ha instalado en la calle de Bailén.

El porvenir ha de brotar de la escuela. Todo lo que se edifique sobre otra base es construir sobre arena. Mas, por desgracia, la escuela puede lo mismo servir de cimiento a los baluartes de la tiranía que a los alcázares de la libertad. De este punto de partida arrancan así la barbarie como la civilización.

Por esto nos congratulamos al ver que hombres patriotas y humanitarios, comprendiendo la trascendencia de esta función social, que nuestros gobiernos tienen sistemáticamente preterida y los pueblos confiada a sus eternos enemigos, se adelantan a llenar tan sensible vacío, creando la Escuela Moderna, la verdadera escuela, que no puede consistir en la satisfacción de intereses sectarios y rutinas petrificadas, como ha sucedido hasta el presente, sino en la creación de un ambiente intelectual donde las generaciones recién llegadas a la vida, se saturen de todas las ideas, de todos los adelantos que aporta sin cesar la corriente del progreso.

Mas esta finalidad no puede lograrse sino por la iniciativa privada. Las instituciones históricas, contaminadas con todos los vicios del pasado y las pequeñeces del presente, no pueden llenar esta hermosa función. A las almas nobles, a los corazones altruistas, está reservado abrir la nueva senda por donde se han de deslizar las nuevas generaciones a más felices destinos.

Esto han hecho, o por lo menos intentan, los fundadores de la modesta Escuela Moderna, que hemos tenido ocasión de visitar galantemente invitados por los que han de regirla y por los que se interesan en su desenvolvimiento. No se trata de una explotación industrial, como en la mayor parte de las exhibiciones de esta índole, sino de un ensayo pedagógico, cuyo tipo sólo encontraríamos en la Institución libre de enseñanza que existe en Madrid, si lo hubiésemos de buscar en nuestra patria.

Brillantemente lo expuso el Sr. Salas Antón en el discurso-programa que en tono familiar pronunció ante el pequeño núcleo de periodistas y personas que asistieron a la pequeña fiesta de la exhibición del local donde habrá de desarrollarse el trascendental pensamiento de educar a la niñez en toda la verdad y sólo en la verdad, o lo que como tal esté demostrado. Nos limitaremos a recordar, como idea culminante entre las que oportunamente dijo dicho señor, que no se trata de crear un ejemplar más de lo que hasta hoy se ha conocido aquí con el nombre de Escuela laica, con sus apasionados dogmatismos, sino un observatorio sereno, abierto a los cuatro vientos, donde ninguna nube obstruya el horizonte ni se interponga a la luz del humano conocimiento.

Excusado es, por consiguiente, decir que en la Escuela Moderna tendrán representación proporcionada todos los conocimientos de carácter científico, servidos por los más progresivos métodos que hoy conoce la Pedagogía, así como por los instrumentos y aparatos que son las alas de la ciencia y el medio conductor más potente para obrar en la inteligencia de los educandos. Como la más compendiosa fórmula se puede decir que las lecciones de cosas sustituirán allí a las lecciones de palabras, que tan amargos frutos han dado en la educación de nuestros compatriotas.

Basta echar una ojeada por las modestas salas de aquel establecimiento incipiente para convencerse de que ofrecen condiciones a propósito para cumplir tan valiosa promesa. El material, tan descuidado en la enseñanza de nuestro país, tanto oficial como privada, se halla en la nueva Escuela representado por láminas de fisiología vegetal y animal, colecciones de mineralogía, botánica y zoología; gabinete de física y laboratorio especial; máquina de proyecciones; substancias alimenticias, industriales, minerales, etcétera; con cuyos auxiliares y la dirección esmerada de profesores empapados del espíritu de nuestro tiempo, como entre otros el conocido ex periodista señor Columiber, puede esperarse que haya nacido, por lo menos en germen, la escuela del porvenir.

Ahora sólo falta que tenga imitadores.