Lamparones (DFV)

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Diccionario Filosófico - Tomo VII de Voltaire
Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

Lamparones

ESCRÓFULAS, llamadas comúnmente postemas frías, aunque son muy cáusticas, y una de las enfermedades casi incurables que desfiguran a la naturaleza humana y que producen una muerte prematura por los dolores y por la infección.

Se pretende que esta enfermedad ha sido tratada de divina, porque su curación excedía los límites del poder humano,

Tal vez algunos frailes pensaron que los reyes en calidad de imágenes de la Divinidad podían tener el derecho de curar los escrofulosos tocándolos con sus manos ungidas pero ¿por qué no hemos de atribuir este privilegio con mucha más razón a los emperadores, que tenían una dignidad tan superior a la de los reyes? ¿Por qué se lo negaríamos a los papas, que se llamaban los señores de los emperadores, y que son mucho mas que simples imágenes de Dios, pues que son sus vicarios? Hay muchas apariencias de que algún melancólico de Normandía, con el objeto de hacer más respetable la usurpación de Guillermo el Bastardo, le concedió de parte de Dios la facultad de curar las escrófulas con las yemas de los dedos.

Algún tiempo después de Guillermo se encuentra ya enteramente establecido este uso. No era posible conceder este don milagroso a los reyes de Inglaterra, y negárselo a los de Francia que eran sus señores feudales; porque se hubiera faltado al respeto debido a las leyes del feudalismo. Por último se hizo descender este derecho desde san Eduardo en Inglaterra y desde Clovis, o Clodovico en Francia.

El único testimonio un poco creíble que tenemos de la antigüedad de este uso [1], se encuentra en los escritos en favor de la casa de Lancaster, que compuso el caballero Juan Fortescue en tiempo del rey Henrique VI, reconocido rey de Francia estando en la cuna, y después rey de Inglaterra, y que perdió los dos reinos. Juan Fortescue, gran canciller de Inglaterra, dice que los reyes de este reino estaban desde tiempo inmemorial en posesión de tocar las gentes del pueblo que estaban enfermas de lamparones. Sin embargo, esta prerrogativa no hizo sus personas mas sagradas en las guerras de la Rosa roja y de la Rosa blanca.

Las reinas que eran solamente mujeres de los reyes, no curaban los lamparones, porque no estaban ungidas en las manos como los reyes; pero la reina Isabel que estaba ungida, los curaba sin dificultad.

A Martorillo el calabrés, que nosotros llamamos san Francisco de Paula, le sucedió un lance bastante triste: Luis XI lo mandó llamar a Plessisles-tours para que lo curara de las consecuencia de su apoplejía; y el santo llegó con lamparones [2]: Ipse fuit detentus gravi instaturâ quam in parte inferiorí genoe suoe, dextrae circa, gultur patiebatur; chirurgi dicebant morbum esse scrofarum.

Ni el santo curó al rey ni el rey al santo. Cuando Jacobo II rey de Inglaterra fue conducido de Rochester a Whitehall, se propuso permitirle hacer algún acto de rey, como el tocar las postemas frías; pero no se presentó nadie: después se fue a Francia a ejercer su prerrogativa en san Germán, donde tocó a algunos irlandeses. Su hija Maria, el rey Guillermo, la reina Ana, y los reyes de la casa de Brunswick no curaron a nadie; y esta moda sagrada dejó de estilarse desde que vino la razón.


  1. Apéndice, Nº VI.
  2. Acta saneti Francisci Pauli, pág. 155.