Las mil y una noches:0935

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Las mil y una noches - Tomo VI​ de Anónimo
Capítulo 0935: pero cuando llego la 946ª noche

PERO CUANDO LLEGO LA 946ª NOCHE[editar]

Ella dijo:

... Y se colgaron junto a la piel del piojo cuarenta pieles de hijos de Adán.

Entonces pasó un joven que era tan hermoso como la estrella Canopea cuando brilla sobre el mar. Y preguntó a la gente: "¿A qué obedece esta aglomeración delante del palacio?"

Y le contestaron: "¡El que sepa de quién es esta piel se casará con la hija del rey!" Y el joven se acercó al visir, al portaalfanje y al jeique de los escribas, que estaban sentados bajo la piel, y les dijo: "¡Yo os diré qué piel es ésa!" Y le contestaron: "Está bien". El les dijo: "Es la piel de un piojo crecido en aceite".

Y ellos le dijeron: "¡Es verdad! Entra, ¡oh bravo! y haz el contrato de matrimonio en el aposento del rey". Y entró él a presencia del rey, y le dijo: "Es la piel de un piojo crecido en aceite". Y el rey dijo: "¡Es verdad! ¡Extiéndase el contrato de matrimonio de este bravo con mi hija Dalal!

Y se extendió el contrato en aquella hora y en aquel instante. Y se celebraron las bodas. Y el joven canopeano penetró en la cámara nupcial, y gozó a la virgen Dalal. Y Dalal quedó muy contenta en los brazos del joven que era hermoso como la estrella Canopea cuando brilla sobre el mar.

Y estuvieron juntos en palacio cuarenta días, al cabo de los cuales entró el joven en el aposento del rey y le dijo: "Soy hijo de un rey y sultán, y quisiera llevarme a mi esposa y partir para el reino de mi padre, y quedarme en nuestro palacio". Y tras de insistir por retenerle todavía algún tiempo, el rey acabó por decirle: "Está bien". Y añadió: "Mañana, hijo mío, te daremos regalos, esclavos y eunucos". Y el joven contestó: "¿Para qué? Tenemos muchos, y no quiero nada más que a mi esposa Dalal".

Y el rey le dijo: "Está bien. Llévatela, pues, y márchate. Pero también te ruego que también te lleves con ella a su madre, para que sepa su madre dónde vive su hija, y vaya a verla de cuando en cuando". El joven contestó: "¿Para qué vamos a fatigar inútilmente a su madre, una mujer de edad? Yo me comprometo a traer aquí a mi esposa cada mes para que la veáis todos". Y el rey dijo: "Taieb". Y el joven se llevó a su esposa Dalal y partió con ella para su país.

Pero aquel joven tan hermoso no era otra cosa que un ghul entre los ghuls, y de la especie más peligrosa. Y llevó a Dalal a su casa, que estaba situada en soledad, en la cima de una montaña. Luego fué a batir el campo, a salir a los caminos, a hacer abortar a las mujeres encinta, a producir miedo a las viejas, a aterrar a los niños, a aullar con el viento, a ladrar a las puertas, a chillar en la noche, a frecuentar las ruinas antiguas, a sembrar maleficios, a gesticular en las tinieblas, a visitar las tumbas, a husmear muertos, y a cometer mil atentados y a provocar mil calamidades. Tras de lo cual volvió a tomar su apariencia de joven, y puso en manos de su esposa Dalal una cabeza de hijo de Adán, diciéndole: "Toma esta cabeza, Dalal, cuécela al horno, y pártela en pedazos para que nos la comamos juntos". Y ella le contestó: "Pero si es la cabeza de un hombre! Yo no las como más que de carnero".

El dijo: "Está bien". Y fué a buscar para ella un carnero. Y ella lo mandó guisar y se lo comió.

Y continuaron viviendo completamente solos en aquella soledad, entregada sin defensa Dalal a aquel ogro joven, y el ogro entregándose a sus fechorías para volver luego a ella con señales de matanza, de violación, de carnicería y de asesinato.

Y al cabo de ocho días de aquella vida, el joven ghul salió y se transformó, tomando la apariencia y la cara de la madre de su esposa; y se puso vestidos de mujer; y fué a llamar a la puerta. Y Dalal miró por la ventana y preguntó: "¿Quién llama a la puerta?" Y el ghul contestó con la voz de la madre, y dijo: "¡Soy yo! abre, hija mía". Y ella bajó de prisa y abrió la puerta. Y en ocho días se había puesto delgada, pálida y desmejorada. Y el ghul, bajo la forma de la madre, le dijo, después de los abrazos: "¡Oh hija mía querida! he venido a tu casa, a pesar de la prohibición, porque nos hemos enterado de que tu marido es un ghul que te hace comer carne de hijos de Adán. ¡Ah! ¿Cómo te va, hija mía? Ahora tengo mucho miedo de que también te coma a ti. ¡Ven, y huye conmigo!" Pero Dalal, que no quería hablar mal de su marido, contestó: "Calla, ¡oh madre mía! ¡Aquí no hay ni ghul ni olor de ghul! ¡No digas esas cosas para perdición nuestra! Mi esposo es un hijo de rey, tan hermoso como la estrella Canopea cuando brilla sobre el mar. Y me da de comer todos los días un carnero cebado".

Entonces la dejó el joven ghul con el corazón regocijado porque no había descubierto ella su secreto. Y recuperó su hermosa forma primitiva, y fué a llevarle un cordero, y a decirle: "¡Toma, manda guisarlo, Dalal! Ella le dijo: "Ha venido aquí mi madre. Yo no tengo la culpa. Y me ha dicho que te salude en su nombre". El contestó: "¡Verdaderamente, siento no haber venido un poco antes para encontrar a la abnegada esposa de mi tío!" Luego le dijo: "Te gustaría también ver a tu tía, la hermana de tu madre?" Ella contestó: "¡Oh! ¡sí! El le dijo: "Está bien. Mañana te la mandaré".

Y he aquí que al día siguiente, cuando despuntó el día, salió el ghul, se transformó en tía de Dalal, y fué a llamar a la puerta. Y Dalal preguntó desde la ventana: "¿Quién es?" El le dijo: "¡Abre, que soy yo, tu tía! He pensado mucho en ti, y vengo a verte".

Y la joven bajó y le abrió la puerta. Y el ghul, disfrazado de tía, besó a Dalal en las mejillas, lloró largas y repetidas lágrimas, y dijo: "¡Ah! ¡oh hija de mi hermana! ¡ah! ¡qué dolores y calamidades!" Y Dalal preguntó: "¿Por qué? ¿cuándo? ¿cómo?" La tía dijo: "¡Ay! ¡ay! ¡ay! La joven preguntó: "¿Dónde te duele, tía mía?"

La tía dijo: "En ninguna parte, ¡oh hija de mi hermana! ¡Es que sufro por ti! ¡nos hemos enterado de que el individuo con quien te casaste es un ghul!" Pero Dalal contestó: "¡Calla, no digas esas cosas, tía! Mi esposo es hijo de un rey y sultán, como yo soy hija de un rey y sultán. Sus tesoros son mayores que los tesoros de mi padre. Y por lo que respecta a su hermosura, es comparable á la estrella Canopea cuando brilla sobre el mar...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.