Oraciones y relaciones infantiles

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Cuentos, adivinanzas y refranes populares (Caballero)
Oraciones y relaciones infantiles​
 de Fernán Caballero


La más corta y primitiva es la que en Valencia enseñan las madres a sus niños al levantarlos por la mañana de su cama, y llevándolos medio desnudos y aún medio dormidos, y arrodillándolos ante una imagen de la Señora del Amparo, y haciéndoles balbucear estas palabras:

¡Madre, pan!


Oración de la mañana[editar]

(Autora: Claudia Lars, Libro: Girasol, Nacionalidad: Salvadoreña)

Bendita sea la luz del día
y el Señor, que nos la envía;
tenga usted muy buenos días.

Al acostarse[editar]

A acostarme voy, sola y sin compañia,
la Virgen María está junto a mi cama;
me dice me quedo: mi niña, reposa,
y no tengas miedo de ninguna cosa.

Otra[editar]

Señora Santa Ana,
de Jesús abuelita,
duérmeme en tus brazos,
por que estoy chiquitita.
Custodia mi sueño,
no dejes me aflija,
ni mal, ni desvelo,
ni la pesadilla.

Al irse a jugar ante una imagen de la Señora[editar]

Madre mía querida,
vuestra esclava soy,
con vuestra licencia
a jugar me voy,
Con vuestra mano bendita,
madre de mi corazón,
aunque soy pecadorcita,
echadme la bendición.


Después de comer[editar]

Bendito sea el Señor,
que nos ha dado de comer
sin merecerlo.
(Todos.)
Amén.
Como nos da sus dones,
nos dé su gracia.
Amén.
Dios se lo dé
al pobrecito que no lo tiene.
Amén.


Al ser de la oración[editar]

El ángel del Señor anunció a María.

(Se reza un Ave-María).

Aquí está la esclava del Señor en mí según su palabra.

(Se reza otra Ave-María).

El hijo de Dios se hizo hombre, y habitó entre nosotros.

(Tercera Ave-María).

Recibid, Virgen María,
estas tres Ave-Marías
que esta tu esclava te envía.


La primera, por los que están en la agonía.

La segunda, por los que están en pecado mortal.

La tercera, por los que están en la mar o en peligros de la tierra.


Las pongo en las manos vuestras,
para que nos sean perdonados
nuestras culpas y pecados.
Amén.

no es la oracion que quiero

Al oír la campanilla que anuncia el viático[editar]

(Un Padre Nuestro.)

En gracia te reciba el alma que te desea.


Al toque de ánimas[editar]

Ánimas benditas fieles,
que en el Purgatorio estáis,
que amargas penas pasáis
y tormentos mil crueles;
el Señor que os redimió,
tenga por bien el llevaros
a la gloria que os ganó.


Al pasar el viático[editar]

Jesucristo va a salir;
yo por Dios quiero morir,
porque Dios murió por mí.
Los ángeles, cantan;
la Virgen, lo adora;
bendito el Señor
que sale a estas horas.


Antes de haber, cual existen hoy, colegios para las niñas, había «amigas», en las que sólo se enseñaba la doctrina cumplidamente, coser y bordar con perfección, leer y escribir.

Como la enseñanza era sencilla, así lo eran también las arenguitas que en los exámenes (a los que sólo asistían contadas personas) decían las niñas, en las que no brillaba el arte por cierto, sino la más completa sencillez.

Vamos a trasladar aquí algunas, aunque insignificantes, pero graciosas.

Téngase presente que las que hablan son oraderas de cuatro a seis años.


Aquí vengo no sé a qué,   
con mi barba de conejo.   
¡Ay! ¡Quién se comiera a un viejo   
que fuese de mazapán!   
      ¡Ahá! ¡Ahá!   
Como soy tan chiquitita, ya no sé más.   
 

quí vengo no sé a qué,   
por darle gusto a mi abuela,   
y que me digan las gentes,   
anda, niña, que eres fea.   
No digo que soy bonita,   
ni que tengo garabato;   
pero tengo un no sé qué,   
que engatusa a más de cuatro.   
 

Aunque me dicen mocosa,   
tengo mi pelo peinado,   
y lavadita mi cara;   
tengo mi guiñar de ojos (los guiña),   
tengo mi sacar de pata (saca el pie).   
¿Y esta posturita es buena?   
¿Y esta posturita es mala?   
Pues más de cuatro quisieran   
darme un besito en la cara.   
 

Yo soy doña Ana de Chaves,   
la de los ojos hundidos,   
casada con tres maridos;    
todos fueron capitanes;   
murieron en las milicias.   
Donde murieron mis padres   
dejándome por herencia   
manos blancas y ojos negros;   
beso a usted las suyas, señor caballero.   
 

Aquí vengo a no sé qué   
la maestra lo ha mandado.   
¡Ay! ¡Jesús! Que me ha costado,   
¿no se lo dije yo a usted?,   
un granito de pimienta.   
También hace su papel,   
perdone vuestra merced,   
que como soy tan chiquitita,   
mi relación también lo es.