Página:Abella Caprile Nieve.djvu/12

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 Este fuego que brilla y que se exalta,
 Parece un fuego-nifio; su fulgor
 Canta, juega, retoza, ríe y salta
 Y un pedazo de cielo alegre esmalta
 Con sus mágicos cambios de color.

Este poema sugiere una semejanza extraña con las composiciones de algunos grandes músicos del siglo pasado. Los elementos emotivos que asociados de una manera més que sutil han hecho el prestigio de las sonatas de Beethoven, parecen traducirse aquí en ideas y palabras de música también inefable. Ternura infinita, exaltación mística, momentos de gran esperanza, que sube alto, cada vez más alto, y luego cae, como un pájaro herido, en la tristeza o en la duda. La idea de un Dios radiante como el sol, alterna en el Fuego luz con la sospecha, dulcemente azorada, de una eterna tiniebla sin calor. Versos de júbilo ansioso se juntan, en la misma melodía, a una repentina inquietud y van muriendo con el ritmo de una serena y humilde resignación.

Sí, todo el poema me produce la impresión de una delicada sonata. Pero no sería fácil definir la fina gracia que trae cada una de las ideas encerradas en las admirables quintillas del poema... Involuntariamente he salido ya del análisis frío, he levantado los ojos. Pero es necesario: porque en las composiciones a que ahora debo referirme, hay detalles anunciadores de esa imaginación que supera los límites de los sentidos y el mecanismo del razonamiento. Así en «Estoy sola» y