Página:Alternativa Feminista 2.djvu/17

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al lado es una mujer a medias. La identidad,

a la mujer, se la da el varón y, sobre todo,

los hijos. El lenguaje popular lo expresa con

palabras y frases como: solterona, amarga-

da, fea. histérica, para vestir santos, lo cazó, So atrapó, etc.

La maternidad como expresión biológica asocia nuestra genitalidad y nuestra sexua- lidad a la reproducción. La mujer “buena, decente” no goza, no debe disfrutar de su

sexualidad y, si lo hace, debe ocultarlo. En,

L relación sexual-genital, ia mujer debe res- ponder a los deseos de su compañero y no a los propios; subordinar su placer al de él: primero, porque nos educan para ello indi- cándonos —sutil o abiertamente— un com- portamiento sexual; segundo, porque hasta hace relativamente poco tiempo, la sexuali- dad femenina era cosa de hombres, quienes la estudiaban desde los estereotipos sexua- les del patriarcado.

Aunque algunos signos actuales preten- den indicar que esto es historia antigua, la realidad le da pasmosa vigencia, como lo corroboran los siguientes ejemplos:

1. Los consultorios piscológicos están lle-

nos de mujeres insatisfechas, de mujeres

que desconocen las relaciones placente- ras, sumidas en culpas, miedos, prejuicios

y vergúenzas.

2. Muchísimas jovencitas temen mante-

ner relaciones sexuales con su “novio”

por temor a que “él me tome por una cualquiera”.

3. La conciencia popular asocia la mujer

que goza con la prostitución: hay muje-

res para casarse y “para lo otro”.

La sexualidad femenina está ligada a la *

reproducción, no al placer; porque su cuer- po no le pertenece a ella sino al varón, ya sea para reproducción de la especie, ya sea para el placer de éste (relación genital con o

sin afecto, pornografía, publicidad, violen- *

cia.)

Pese a las declaraciones de igualdad y res- peto y, más allá de lo que conscientemente .se expresa, el cuerpo de la mujer es un ob-

jeto. Nunca puede ser igualitaria una rela”

ción en la que, uno de sus integrantes es un ser humano íntegro, una persona, y, el otro es un objeto, un ser subestimado, inferiori- zado (un ser humano de segunda y un ciu- dadano de segunda. En una sociedad basada en la explotación y la discriminación, los objetos y los ciudadanos de segunda perte- necen a un dueño que ejerce sobre ellos do- minio y explotación. En nuestra soc: edad,

el hombre, el hombre sólo puede establecer


relaciones: de igualdad con otro hombre. El.'

par de 1 varón no es la mujer sino otro va- rón. En esta relación de no-paridad se en- cierra la percepción de la mujer como ser inferior en el que, entre otras cosas, el ser superior descarga su violencia. La violencia es un grado de la subestimación que la so- ciedad tiene por la mujer. Es tan discrimi- naíoria la protección paternalista como las obscenidades callejeras o las palizas. Un hombre que no permite el desarrollo inde- pendiente de “su muje:” (porque “a mi mujer la mantego yo”), la discrimina e in- ferioriza como el que le pega (“porque es mía”). Aunque son diversos grados y entra- ñan mecanismos diferentes, en los dos ca- sos (y en los intermedios), la mujer es un objeto de.

Téngase presente que la mayoría de las mujeres golpeadas son esposas del varón golpeador y madres de los hijos de ambos.

La idealización de la función materna entra en contradicción con las condicio- nes concretas en que la mujer debe cum- plir. A título ejempleficatorio se toman tres casos:

a. Si se carece de medios económicos suficientes (lo que ocurre a la mayoría de las mujeres), la atención médica pre y pos parto es deficiente (cuando no nula).

b. Hay muchísimas madres soi: se de- ben afrontar en soledad la ri ponsabi- lidad de los hijos (viudas, abandona- das, separadas, solteras-especiulmente adolescentes).

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