- Mujer discriminada, mujer mutilada,
en los vidrios empañados, en los cuellos «de las camisas cuando planchaba. ¿Es tan reprochable? Cualquier tonto sabe que si uno no sale corriendo y anota lo que se le ocurre, la idea se desvanece como un sueño. No es dificil deducir que la suya era una literatura efímera.
Los vecinos opinaban sobre el menu- do negocio que se habia mandado mi” abuelo al casarse con una mujer cuyo unico afan en la vida erz leer y escribir. . ¡La muy loca que lo tenia todo y no se bía apreciarlo!
Lo que tenía era a toda la familia, hi- jos y entenados, pidiendole cosas de la mañana a la noche, y a la noche también. Debió sentirse como una gran teta oyen- do siempre los mismo: dame, dame, da- me.
Creo que se volvio sorda para defen- derse. Se le empezó a poner una cara bea- fifica cuando dejo de oir, a pesar de que los decibeles en la casa eran del tipo con- flagracton.
Creo tambien que fue la envidia el sentimiento motor, para que alguien tu- viera la brillante iniciativa (apoyada feroz- mente, de movida, al unísono y con rotun- do entusiasmo por la familia) de traer ese artilugio patetico e indecente.
Cuando Gina vio el audifono dijo: “Vade retro”. Y cuando se lo pusieron murmuro : “Lasciate ogni speranza. . .”
Pero para enorme perplejidad de sus. deudos. Gina con el andifono- +
tan tranquila e inexpresiva como un re- trato de Piero Della Francesca.
Era evidente que abuelita no oña ni jota.
Después de mucho sacar, poner y pro-
“bar el aparato, se liegó a la conclusión de
que se trataba de una sordera irreversible y lo archivaron.
Gina pudo sentarse, por fín a leer. Pero antes, la ví sonreir maquivélicamente al hacer un solemne, erudito y monumental corte de manga, que ni De Sica. ..
Por no arruinarle la farra estuve a punto de ahogarme con un cortinado. No quería
. que me oyera reír. En ocasiones los place-
res solitarios son ¡tan gratificantes!.....
Mimarse un poco, como tengo ganas de hacer yo, cada vez que pienso en este agobio de herencia que tengoo
DIStUNMO] DANIDULAS] Y”