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Si tales y tan grandes han sido y son los sufrimientos y las amarguras de los españoles en esta tierra, ¿no era más cuerdo, más sensato, más generoso y más noble, tender la mano al caido que ir á gozarse con las penas que les torturaban, concitando los ánimos de las turbas á fin de que tomaran por su mano, la justicia que solo compete á las autoridades cuando hay delincuencia?

No ha debido olvidarse ni por un solo momento, que á pesar del mal trato que nos dieran, de las justas é innumerables quejas que contra ellos tuviéramos, no todos eran iguales ni todos tenían los mismos procedimientos que salían, especialmente del elemento oficial y muy principalmente, de aquellos de nuestros paisanos que habían formado causa común con ellos y querían aparecer más papistas que el papa. Hemos debido tener muy presente el que en un momento dado habían pasado á ser extranjeros, de que estaban vencidos y de que no habíamos sido nosotros los vencedores.

La sangre de esos españoles tan odiados, es la misma que corre por nuestras venas, su idioma, su religión, sus costumbres buenas ó malas, sus defectos y sus bondades, son las mismas que nosotros tenemos y esto no se cambia en un solo dia, ni en una centuria, pues cuando esta haya transcurrido, quedará el recuerdo de la historia que no se puede borrar.

Los españoles llegaban aqui es verdad que