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ROSA BAZÁN DE CÁMARA 19


aspiraciones espontáneas ha constituido la condición trágica de su alma lirica forzándola a luchar por su vida y sus ideas, desarrollando su personalidad bajo disfraces “muy naturales y convencionales”. La mujer, menos que el hombre, ha podido ser lo que es, tanto en la vida como en la lírica. El yo suyo ha debido, a veces, salir esfumado en la estrofa; y ja- más pudo alcanzar así el vuelo lírico del hombre, salvos los casos en que el yo de ella esté totalmente comprendido dentro del ansia mistica (Santa Teresa) o rompa todos los tabús (Safo).

La poetisa argentina tiene un espiritu complejo, pero también restringido, encogido, asombrado por la tristeza ancha y profunda de las grandes exten- siones. ¿Por qué? Es aquí el punto serio, el proble- ma profundo de la mitad del género humano y el que ya en otras latitudes han comenzado a desbro- zarlo.

La desigualdad sexual y espiritual la condena a la terrible espera. La poesía es como el sueño don- de asoman todas las represiones contenidas; como sueños que no llegan por completo, sino que se pre- sentan así, de improviso, asomándose con violencias que surgen de profundidades a cuya fuerza no pue- de substraerse. La poesía de la mujer es más velada, más insatisfecha, porque es la eterna cautiva y la que jamás será libre de realizar con impulso propio y con tranquilidad las llamadas del alma. He ahi la inquie- tud, la tristeza, la melancolía en sus versos, el ro- manticismo, si queréis, de sus espiritus. Por cuya ra-