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CLARA SARAVIA LINARES 415

¡Qué vieja está la tierra! Las rosas ateridas tienen surcos amargos en el rostro incoloro. Hasta han encanecido las largas avenidas,

no con hilos de plata, sino con lampos de oro.

¡Qué vieja está la tierra! Por sobre la mantilla de escarcha, se descubre la calvicie del prado. El clavel ya no tiene color en la mejilla;

está enfermo de angustia sobre su tiesto helado.

... Y la hermosa montaña, cargada de despechos al ver que, en lo implacable, su belleza se esfuma, ha cambiado el encaje fino de los helechos

por la cofia de nieves y el pañolón de bruma...

VIDA

Vivir a pleno espiritu. Vivir sin cobardías, lanzados los ideales con las alas al viento. Marchar mirando al cielo, sin desfallecimiento, con alma valerosa, templada de hidalguías.

Y el corazón en alto, como en brindis divino, ebrio de amor por todo: los hombres y las cosas, y floreciendo encima del mal, como las rosas que coronan de gloria los tallos del espino.

Buscar en las alturas nuestro invencible fuerte. Crecer, agigantarnos de cumbres interiores,

para mirar desde ellas pequeños los rencores

y la traición y el odio y el dolor y la muerte...

Vivir, vivir a fondo. Desentrañar del suelo

la pureza infinita del manantial ignoto,

que hay savia en cada fango para una flor de loto y hay luna en cada charco, cuando hay luna en el cielo...