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tarde, claman por Dios, cuando un golpe de contrariedad los abate.

Poco trabajo daria poner en juego escénico El crimen de la Noria, pudiendo tener su estreno un día ú otro, casi tal cual usted lo ha escrito. Es el drama único que he co- nocido en mi vida, por la calidad de los victimarios que actúan en ¿l, capaz de hacer no sólo erizar los cabellos de espanto, sino también meditar, más que nunca, á los pa- dres de familia sobre la suerte que podrian correr sus hijos en caso semejante; sirviendo, al mismo tiempo, del más amargo de los ejemplos á la juventud, como del más fuerte y poderoso de los correctivos morales.

La impresión que me originara el interesante cuanto lúgubre relato de El crimen de la Noria, se ha hecho en mi perdurable y he pasado muchas veces, después de leerlo, por cerca de los mismos sitios (alterados ya hoy, como es natural, por la acción mudable del tiempo) en que actua- ron sus personajes, á quienes me parece ver en realidad, al transportarme á aquel entonces, con los ojos de mi ima- ginación.

«La estrella del Norte»—la bella Catalina—se me re- presenta al declinar lentamente á su ocaso, pugnando por apartarse de una nube de sangre, para conservar la diafa- nidad de su brillo, lo que no pudo conseguir vencido por la melancolia que le ocasionara la más cruel de las injus- tas impiedades de un destino brutal, que la convirtió en astro errante, hasta el momento de su caida, allá en la noche de los grandes infortunios, borrándose para siempre de nuestro firmamento.

Los cuadros y descripciones dolorosas que traza su plu- ma, en cortos espacios, que se hacen mayormente dificiles al escritor, son de una psicologia profunda.

Siento no tener á mi alcance, en este momento, la pieza de corte dramático de que me ocupo, para transcribir aqui algunos de sus párrafos, sobre el conocimiento que de- muestra usted tener-del corazón de un hombre como Alza- ga, quien por su abolengo, cultura y caudalosa fortuna,