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¿Si hoy tenemos las cifras que aquí he recordado, qué va a ocurrir si las cosas no cambian cuando seamos 360 ó 600 millones de habitantes? En un continente en donde la explosión demográfica esta destinada a compensar la alta mortalidad infantil, los pueblos así se defienden; pero a pesar de ello aumenta vigorosamente la población de nuestros países, y el avance tecnológico en el campo de la medicina ha elevado —y también al mejorarse condiciones de vida— ha mejorado el promedio de nuestra existencia que, por cierto, es muy inferior al de los países del capitalismo industrial y a los países socialistas.

Pero si ningún Gobierno de este Continente —democrático los hay pocos, pseudodemocráticos hay más, dictatoriales también los hay— ningún Gobierno ha sido capaz de superar los grandes déficits, reconociendo, por cierto, que han hecho esfuerzos indiscutiblemente laudatorios por Gobiernos y especialmente por los Gobiernos democráticos, por que escuchan la voz, la protesta, el anhelo de los pueblos mismos para avanzar en la tentativa frustrada y hace posible que estos déficits no sigan pesando sobre nuestra existencia.

¿Y por qué sucede esto? Porque somos países monoproductores en la inmensa mayoría: somos los países del cacao, del banano, del café, del estaño, del petróleo o del cobre. Somos países productores de materias primas e importadores de artículos manufacturados; vendemos barato y compramos caro.

Nosotros, al comprar caro estamos pagando el alto ingreso que tiene el técnico, el empleado y el obrero de los países industrializados. Además, en la inmensa mayoría de los casos, como las riquezas fundamentales están en manos del capital foráneo, se ignoran los mercados, no se interviene en los precios, ni en los niveles de producción. La experiencia la hemos vivido nosotros en el cobre, y ustedes en el petróleo.

SIGUE.-