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8 ISONDÚ


en su extensa bóveda la cabaña con su patio y el puerto y la chalana y el baño, defendidos del so] por sus ramas colgantes frondosísimas?

Aun consultando la variedad y delicadeza de los gustos (si se ha de combinar su satisfacción con la salud), nada de las mesas opíparas se puede echar de menos al probar las sencillas preparaciones del fogón de las islas.

Yo, hasta ahora, no he gustado un plato que supere al odorífico y jugoso asado, que sólo nuestros campe- sinos saben preparar. Difícilmente la cocina del rico aderezará un manj:r tan sabroso como sano y sucu- lento. Para el sobriv habitante de las islas, el simple te del Paraguay o mate suple con ventaja, para su pa- ladar y su salud, a todos los licores y pociones conoci- das. El agua exquisita que corre al pie del rancho de) carapachayo bastaría para hacerlo preferible a las ha- bitaciones ciudadanas con todas sus bebidas peregrinas. El agua del Paraná, tan digna de su fama por su ex- celencia, quizá sea más eficaz que todas las panaceas y elixires inventados, para recobrar la salud y conser- varla.

¡Oh, qué hechicera y agradable es la morada del isleño a la margen del arroyo, al abrigo de los copudos sauces, con su baño delicioso y su chalana!

¡Qué deleitable contemplar las bellezas de la pri- mavera desde el rústico y pintoresco albergue! ¡Qué grato es aspirar el aire vivificante de la mañana que penetra en el rancho libremente, incitándonos a gozar el bello espectáculo de la salida del Sol!

MARCOS SASTRE.

« El Tempe Argentino, »