Página:Discurso sobre el origen y los fundamentos.djvu/133

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suya, sin pensar que sucede lo mismo con la libertad como con la innocencia y la virtud, de las cuales no se conoce el precio sino en tanto que uno mismo disfruta de ellas, y cuyo conocimiento se pierde al momento que ellas dejan de existir. Yo conozco las delicias de tu pais, decia Brasidas á un Sátrapa que comparaba la vida de Esparta con la de Persépolis, pero tu no puedes conocer los placeres del mio.

Del mismo modo que un corcél indómito eriza sus crines, da coces al aire, patea la tierra, se riste y mueve impetuosamente solo á la vista del bocado, mientras que un caballo adestrado sufre con paciencia la vara y las espuelas, así el hombre bárbaro no dobla nunca su cerviz al yugo que el hombre civilizado sufre sin murmurar ni quejarse, y prefiere la mas borrascosa y peligrosa libertad á la esclavitud mas dulce y tranquila. No es de modo alguno por medio del envilecimiento de los pueblos sojuzgados y esclavos por donde debe juzgarse de las disposiciones naturales del hombre en favor ó contra del vasallage ó servidumbre; pero sí por los prodigios que han hecho todos los pueblos libres, afin