Página:Discurso sobre el origen y los fundamentos.djvu/45

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pereza extremada, y la vista y el olfato sutilísimos. Tal es el estado animal en general, y es igualmente, según las relaciones de los viajeros, el de la mayor parte de los pueblos salvaje; así no debemos maravillarnos el que los Hotentotes del cabo Buena Esperanza descubran con la simple vista los navíos en alta mar, y a tanta distancia como los Holandeces pueden apercibirlos por medio de anteojos de larga distancia; ni que los salvajes de la América oliesen y distinguiesen a los españoles por el rastro o las pisadas, de la misma manera que pudieran efectuarlos los mejores perros: ni que en todas esas naciones bárbaras soporten sin incomodidad la desnudez; que animen y aguzen su gusto a fuerza de pimiento; y que beban los licores europeos como si fueran agua.

Hasta aquí no he considerado sino el hombre físico, tratemos ahora de mirarle por el lado metafísico y moral.

Yo no veo en todo animal sino una máquina ingeniosa, a la cual la naturaleza ha dado sentidos para que por aí misma de repararse y diese cuerda, y para que precaviese, hasta un cierto punto, de todo cuanto propende a su