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Transportes y comunicaciones.

La accidentada y variable topografía de la República Longitudinal es sólo comparable, en Sudamérica, con la del Perú, Bolivia y Colombia; y, por ello las ciudades tributarias del suelo chileno, al comunicarse con la Metrópoli, hubieron de recurrir, mas bien, al tráfico individual a lomo de mulares y caballerías. Nunca sus servicios de postas fueron tan perfeccionados y extendidos como aquellos que vinieron usándose en el oeste norteamericano, en la pampa argentina y a través de la Cordillera de los Andes. En los tiempos de las diligencies apenas si Santiago y Valparaíso contaban con un modesto servicio de birlochos y en todo el resto del territorio se hizo indispensable la carreta de bueyes, la mula del arriero y las expeditas comunicaciones marítimas, hasta el advenimiento de la ferrovía y del autobús. Hubo servicios ocasionales hacia los balnearios, usando el coche de trompa con tres caballos o el tipo americano cuadrangular de vara central y dos corceles. Era la época del apogeo de este tipo de vehículos en toda América.

Aquellos que hacían el servicio público - coches de cajón, americanos y victorias - en las principales ciudades, al ser desalojados por la tracción motorizada, a comienzos de nuestro siglo, emigraron a las provincias y en el modelo típico de la época finisecular se les encuentra aún, en servicio en Concepción. Ya exagerando las sopandas o bien abultando la trompa, están estructurados en tela negra o burdo cuero, pero conservando fielmente la silueta rectangular. Se les llamaba "coches de cajón", o mas bien "postinos"; usaban dos caballos y su evocación recuerda los duros pavimentos de piedra de huevillo o de río.

Se asocian a esa añoranza los "tranvías de sangre", o "carritos urbanos", llamados preferentemente en Chile "carros". Eran manejados por un "carrero" (auriga) y una