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Verso por literatura.

Folk. Especie poética.

Con esta denominación se conocen los temas concernientes a la naturaleza agreste, las más de las veces bucólicamente estilizada, destacándose los accidentes geográficos, la flora y la fauna. El hombre interviene con poca frecuencia, y por lo común, en forma secundaria.

He aquí un ejemplo: de un pie de verso literario

En esa hermosa pradera
y en ese hermoso recinto,
le forman sus laberintos
en tiempo de primavera.
La paloma lisonjera
pasa el tiempo placentero,
también gorjea el jilguero,
con otras, en reunión,
llegándose la oración,
busca el ave el dormidero.

Las composiciones de este fundamento básico de la poesía folklórica nacional, presentan un léxico rebuscado y un estilo pretencioso y oscuro. En todas las localidades en que se conserva el cultivo del género, se han hecho escasas, aflorando, por lo general, con fines de jactancioso lucimiento personal de algún cantor, y excepcionalmente como una respuesta espontánea a la sensibilidad paisajística, pudiendo observarse esto último en contados cultores que habitan lugares áridos y procuran contrarrestar esta realidad con la expresión de relaciones pastoriles mantenidas tradicionalmente.

En cuanto a proyecciones aplicativas, es de gran importancia considerar la conservación de versos literatos, desde un punto de vista sociológico y estético, conservación ancrónica y artificiosa, que ha ido en desmedro de las inquietudes poéticas pertinente a nuestra realidad vernácula propia. No obstante, y como segundo cauce de proyección, sería utilísimo dejar constancia de su vigencia, con respecto de la asignatura de Castellano y de la Educación Musical, para apreciar la actualidad de una corriente lírica eglógica.

Cabe suponer que el equívoco nombre del fundamento descrito es la mejor clave para rastrear los antecedentes históricos de tan peculiar modalidad. En efecto, el auge de una literatura pastoril, iniciada con el petrarquismo de Garcilaso de la Vega, y continuada por la novelística cortesana de una Galatea, de Cervantes, o de una Diana, de Gaspar de Gil Polo, en el Renacimiento español, bien podría haber cristalizado