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es el curanto el que ha logrado la mayor celebridad y divulgación, por ser nuestra manifestación culinaria más integral y compleja.

Para su preparación se cava un hoyo en la tierra de unos 80 cm. de diámetro por otros tantos de profundidad, eligiéndose, como es obvio, un lugar apropiado por su limpieza y compactibilidad. En el interior de este recipiente natural se deposita leña, y una vez encendida se ponen sobre ella numerosas piedras. Cuando éstas se encuentran bien calientes, se coloca encima una capa de distintos mariscos. Luego otra, de legumbres, junto con las infaltables papas. Más arriba agréganse hojas de pangue, y se finaliza esta superposición alimentaria con carne de vacuno, de cerdo, de cordero, presas de pescado, porciones de queso, milcaos y chapaleles. Tápase la boca del hoyo con pasto o paja, pudiéndose utilizar bajo éstos uno o dos sacos de cáñamo humedecidos, para que la cerradura quede más hermética. Aproximadamente después de una hora se pone término a la cocción, en la que actúa como activante la evaporación del agua de los mariscos, y la que suele facilitarse sancochando previamente las carnes mencionadas.

Su fama ha llegado hasta el centro del país, donde es objeto de una réplica en olla; pero, no desconozcamos que su procedimiento de cocción - el mismo de la guatia - y sus componentes básicos de mariscos, se encuentran en varias regiones del mundo, si bien el nuestro derivaría su nombre de la lengua mapuche: curantu, esto es, abundancia de piedras.

El área patagónica, con las provincias de Aisén y Magallanes, hace justicia a su condición de tierra de ganadería ovina por excelencia en Chile, por medio de los asados de cordero, cuya máxima significación folklórica se trasunta en los ambientes de las fiestas de esquila.

La abundancia de un exquisito y nutritivo crustáceo, conocido vulgarmente como centolla, ha provocado interesantes hábitos tradicionales, desde la faena marina que permite su obtención hasta sus distintas maneras de consumo.

El arbusto llamado calafate no sólo encierra la creencia del retorno a Magallanes para el visitante que come su fruto, sino que de éste también se elabora una chicha después de