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Introducción

der: sí, surgirá un ideal nuevo y no será "una de esas mentiras saludables, que en otrora fueran propicias al interés vital para producir el espejismo encantador, que daban a la existencia una razón de ser que marcaban imperiosamente un derrotero". Será un ideal hijo del instinto más potente, de aquél aun ineducado, del que rige a la vida entera desde que por él es engendrada. El ideal será hijo del instinto de procreación humana, integralmente orientado". (1) Y más lejos añade: "El más humano ideal del hombre es ser padre; el más humano ideal de la mujer ser madre. Padre y madre, respectivamente, de hijos mejores, física y moralmente superiores de ge neración en generación, preparando así el advenimiento de razas futuras que sean jalones en el perfeccionamiento de la humanidad".

El ideal humano debe, pues, estar en el mejoramiento de la vida. Esta debe ser conocida y comprendida para poder ser amada. A ello debe tender todo el esfuerzo del hombre.

La educación debe prepararlo a comprender que él es un depositario de la vida recibida, que tiene la obligación de mejorarla y transmitirla siempre más pura y que, en consecuencia, todo acto que hiera o envilezca en él esas potencias vitales es profundamente inmoral. El debe buscar en el hijo una educación que lo supere, que encarne el esfuerzo de la especie hacia el mejoramiento. De este concepto derivan una serie de obligaciones, de deberes.

El eje de la vida es el hijo, el futuro que este encierra; a este hijo se debe el hombre y no a su propia satisfacción. El primer grande y fundamental deber es el no transmitir al hijo un organismo viciado; y cree Raquel Camaña,, y con justicia, que cuando esta idea se haya hecho carne en el espíritu de los jóvenes, (1) Humanismo, religión del porvenir.