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Raquel Camaña

El de una vida consagrada por entero a pensar.

Maestro era para mí la encarnación de la certidumbre, lo que fué Margarita para Fausto".

Alejandro Sixto era un filósofo de profesión,, un manipulador de ideas, "un abstracteur de quintessenses", como diría Rabelais. En su juventud oca.sionóse una verdadera apoplegía de conocimientos metafísicos. Desde los 29 años escribió confinado en la soledad del pensamiento más íntegro. Su poder de generalizar, unido a una amplia erudición, ofrecióle, en filosofía, variedad de puntos de vista orientados hacia el más audaz nihilismo. Sus ideas eran para él la única realidad existente. En ellas reflejaba la vida de todo lo creado. Las delicias que le proporcionaba el poder de generalizar, lo hacían indiferente a todo lo que no fuera su vida interior. Lo abstracto era para él lo real, y apariencias las realidades cotidianas: "No hay misterio, no hay más que ignorancias. Recibía del mundo exterior la impresión flotante que dejaba en él reminiscencias vagas. Su única y potente memoria era la de las ideas. Hacía de sus doctrinas el centro del universo. Rompió con su familia "porque aquel que quiere conocer la verdad en el dominio de la ciencia psíquica, debe reducir los lazos sociales a su mínimum de expresión (Anatomía de la voluntad). Siguiendo a Spinoza no practicaba la caridad "porque en un sabio que vive de acuerdo con la razón, la piedad es inútil y daño"sa. Demostró experimentalmente en su "Etica" que el cristianismo, con su promesa de un padre celestial y de una vida futura, desarrolla en el hombre el desdén por la realidad, amenguando el valor para soportar las duras leyes naturales". Jamás leyó un diario, ni agradeció una, crítica elogiosa. Su vida era tan ordenada como la de Kant, "porque el orden, liberta el pensamiento" (Descartes).

Alejandro Sixto, esa austera metafísica en ac-