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El Dilettantismo sentimental

ción, ese negador de toda libertad, ese fatalista que descomponía la virtud y el vicio como un químico descompone un ácido, ese audaz profeta "del universal mecanismo", vivió en la más perfecta armonía de su corazón y de su inteligencia, ocultando a todos, hasta a sí mismo, su hermosa alma ingenua y buena. Su profesión era observar el corazón huinano. "Conocerlo experimentalmentalmente es poder reproducir a voluntad tal o cual fenómeno, reproduciendo sus causas". "Una vez conocidas las condiciones exactas que originan determinada pasión, provocar a voluntad tal pasión en el sujeto.

Y cuando Roberto, con su extraordinaria erudición, con su maravilloso poder de razonar, con su entusiasta y sincera elocuencia, quejábase de que no se permitieran realizar experimentos psicológicos en los condenados a muerte, el maestro objetaba que "por ahora debemos contentarnos con las experiencias ofrecidas por la naturaleza y por la casualidad." "Los niños son los mejores sujetos de experimentación. Pero cómo hacer comprender la utilidad científica de provocar sistemáticamente en ellos ciertos defectos, determinados vicios..." "" Sabido es que ese metafísico crimen y virtud eran palabras huecas, puro convencionalismo social, a vece útil, a éces pueril". Estas teorías nihilistas se conservaron inofensivas mientras no fueron practicadas más que por su creador, instintivamente bueno y tan unilateral, tan incompleto como ellas.

Pero en cuanto fueron asimiladas por Roberto, cerebro de veinte años, devastado por el orgullo, por la sensualidad y por morbosas curiosidades, produjeron el mismo efecto que una herida, la más inofensiva posible, produce en un cuerpo envenenado por la diabetes. Roberto abrió ancho paso a la locura lú cida, de cuya tendencia, innata en él, sóló un amor sano hubiera triunfado; su afectividad; cada vez