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CAPÍTULO XXVII.

ces lo hacia. Pregúntele al hombre, antes de leerla, quién se la habia dado y el tiempo que habia tardado en el camino: díjome, que acaso pasando por una calle de la ciudad, á la hora de medio dia, una señora muy hermosa le llamó desde una ventana, los ojos llenos de lágrimas, y que con mucha priesa le dijo: Hermano, si sois cristiano, como pareceis, por amor de Dios os ruego que encamineis luego luego esta carta al lugar y á la persona que dice el sobrescrito, que todo es bien conocido, y en ello hareis un gran servicio á nuestro Señor: y para que no os falte comodidad de poderlo hacer, tomad lo que va en este pañuelo: y diciendo esto, me arrojó por la ventana un pañuelo donde venian atados cien reales, y esta sortija de oro que aquí traigo, con esa carta que os he dado: y luego sin aguardar respuesta mia, se quitó de la ventana, aunque primero vió como yo tomé la carta y el pañuelo, y por señas le dije, que haria lo que me mandaba: y así viéndome tan bien pagado del trabajo que podia tomar en traérosla, y conociendo por el sobrescrito que érades vos á quien se enviaba, porque yo, señor, os conozco muy bien, y obligado asimesmo de las lágrimas de aquella hermosa señora, determiné de no fiarme de otra persona, sino venir yo mesmo á dárosla, y en diez y seis horas que ha que se me dió, he hecho el camino que sabeis, que es de diez y ocho leguas. En tanto que el agradecido y nuevo correo esto me decia, estaba yo colgado de sus palabras, temblándome las piernas de manera que apenas podia sostenerme. En efeto, abrí la carta, y ví que contenia estas razones:

“La palabra que Don Fernando os díó de hablar á vuestro padre para que hablase al mio, la ha cumplido mas en su gusto que en vuestro provecho. Sabed, señor, que él me ha pedido por esposa, y mi padre, llevado de la ventaja que él piensa que Don Fernando os hace, ha venido en lo que quiere con tantas veras, que de aquí á dos dias se ha de hacer el desposorio, tan secreto y tan á solas, que solo han de ser testigos los cielos y alguna gente de casa. Cual yo quedo, imaginaldo: si os cumple venir, veldo: y si os quiero bien ó no, el suceso deste negocio os lo dará á entender. A Dios plega que esta llegue á vuestras manos, antes que la mia se vea en condicion de juntarse con la de quien tan mal sabe guardar la fe que promete.”

Estas en suma fueron las razones que la carta contenia, y las que me hicieron poner luego en camino, sin esperar otra respues-