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CAPÍTULO XXXVI.
no permitiese quedase defraudada en sus tan justas esperanzas: que considerase que no acaso como parecia, sino con particular providencia del cielo, se habian todos juntado en lugar donde menos ninguno pensaba: y que advirtiese, dijo el cura, que sola la muerte podia apartar á Luscinda de Cardenio, y aunque los dividiesen filos de alguna espada, ellos tendrian por felicísima su muerte, y que en los casos inremediables era suma cordura, forzándose y venciendose á sí mismo, mostrar un generoso pecho, permitiendo que por sola su voluntad los dos gozasen el bien que el cielo ya les habia concedido: que pusiese los ojos ansimesmo en la beldad de Dorotea, y verla que pocas ó ninguna se podian igualar, cuanto mas hacerle ventaja: y que juntase á su hermostira su humildad y el estremo del amor que le tenia: y sobre todo advirtiese, que si se preciaba de caballero y de cristiano, que no podia hacer otra cosa que cumplille la palabra dada, y que cumpliéndosela, cumpliria con Dios y satisfaria á las gentes discretas, las cuales saben y conocen que es prerogativa de la hermosura, aunque esté en sugeto humilde, como se acompañe con la honestidad, poder levantarse é igualarse á cualquiera alteza, sin nota de menoscabo del que la levanta é iguala á sí mismo: y cuando se cumplen las fuertes leyes del gusto, como en ello no intervenga pecado, no debe de ser culpado el que las sigue. En efeto, a estas razones añadieron todos otras tales y tantas, que el valeroso pecho de Don Fernando, en fin como alimentado con ilustre sangre, se ablandó y se dejó vencer de la verdad, que él no pudiera negar aunque quisiera; y la señal que dió de haberse rendido y entregado al buen parecer que se le habia propuesto, fué abajarse y abrazar á Dorotea, diciéndole: Levantaos, señora mia, que no es justo que esté arrodillada á mis piés la que yo tengo en mi alma; y si hasta aquí no he dado muestras de lo que digo, quizá ha sido por órden del cielo, para que viendo yo en vos la fe con que me amais, os sepa estimar en lo que mereceis: lo que os ruego es, que no me reprendais mi mál término, y mi mucho descuido, pues la misma ocasion y fuerza que me movió para acetaros por mia, esta misma me impelió para procurar no ser vuestro: y que esto sea verdad, volved y mirad los ojos de la ya contenta Luscinda, y en ellos hallareis disculpa de todos mis yerros; y pues ella halló y alcanzó lo que deseaba, y yo he hallado en vos lo que me cumple, viva ella segura y contenta luengos y felices años con su Cardenio, que yo rogaré al cielo que me los deje vivir con mi Dorotea. Y diciendo esto, la tornó á abrazar y juntar su rostro
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