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LA MUJER



nada; bienvenida sea si sólo nos llega para servir en la enmien- da de errores inexplicables o maliciosos olvidos de la legisla- ción que nos alcanza, pero si eon ella la mujer no ha de oxige- nar el ambiente enrarecido de la política venal e interesada de los tiempos presentes, preferible sería carecer de aquel derecho y mantener la conciencia femenina libre de la presión apasio- nada de las tendencias partidistas.

De las aspiraciones niveladoras de la mujer, que no emiere ser más sino que anhela a estar por derecho a la par del hom- bre, háse dicho que traería como consecuencia la subversión «del kogar, de la familia y de la sociedad. Esta reflexión que a fuerza de ser sofística y manoseada, ya no tiene valor nin- guno sobre las convicciones, recibe un desmentido tácito con sólo cireunseribir nuestra observación a la actividad de la mujer ahora mismo, cuando sin esperar sanciones legales y se- lamente por el empuje de las necesidades de la época, ha des- atado de sn vida no pocos prejuicios y se la encuentra al lado del varón en la conquista del pan.

El porcentaje de mujeres que ejercitan el único derecho que se les concede, no sin restricciones, es enorme. Madres, hijas, esposas, forman la falanje que se desborda de los centros de labor, a la hora vespertina en que el reposo sucede a la faena; madres, hijas y esposas que siguen siendo los ángeles del ho- gar; ángeles fuertes que saben detener en el umbral al de- monio del hambre y de la estrechez, y en vez de alas manejan hábiles manos con euyo producto aseguran el bienestar de la fa- milia, ayudan al marido, sostienen al padre valetudinario, eon- tribuyen a la educación de los hijos... Y eomo por obra de pro- digio, esas mismas manos que convierten la labor ajena en be- neficio material para los suyos, saben encontrar el momento propicio para coser la ropa del pequeñuelo, manejar la escoba, surcir un rasgón, planchar una camisa o preparar la sopa fa- miliar... Se diría que ante el sublime desdoblamiento que fin- ca en el espíritu de abnegación, arraigadísimo en el alma feme- nina, el tiempo detiene su carrera, como el Sol de la leyenda bíblica ante la palabra de Josué... :

Nadie ha demostrado basta hoy que esa cooperación ecomó- mica femenina sea dañosa al orden social preexistente, a la es- tabilidad tranquila del hogar, al fomento de las virtudes pú- blicas y privadas de que la mujer ha sido en todo tiempo núcleo y pronagadero; antes bien, con la experiencia de lo que vale la.

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