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ENCUESTA FEMINISTA ARGENTINA A A o A

acción prudentemente desplegada y la previsión discretamente ejercida, ella sigue siendo la creadora de razas, la educadora y guía de sus hijos, la compañera firme y generosa del esposo, el eje de la familia. El hombre la ridienliza, la zaliere y hesta la insulta; pcero,—¡oh, fenómeno de los tiempos!—ningún padre previsor deja a sus hijas sin una profesión o una envrers; mi- les de maridos a quien eonfortaría la ayuda generosa de «n eom- pañera, las ofrecen en toro de reproche el ejemplo de las que trabajan, y otros tantos millares de aspirantes al matrimonio, se dedican a buscar esposas entre las mujeres emplendas o profe- sionales, que puedan servirles de auxiliares, eunndo no,—¡2y! —de víctimas propiciatorias ante el altar de su holganza y sus Vicios.



Hay en la campaña que en contra de los derechos iguulitarios de la mujer, ejerce el espíritu masculino, dos términos divergen- tes: el uno señala a los que siguen viendo en aquélla un ser débil, inespaz de resistir a la lucha de pasiones que trae consi- go la vida tumultuosa y casi siempre amarga de fuera dei ho- gar; para éstos, la mujer es la frágil muñequita de los viejos tiempos; es la bella mitad del género humavo deliciosamente ignorante, embruteeida easi, puesta a disposición del varón para darle hermosos hijos o para servirle de instrumento de placer; sin ideas, sin raciocinio, sin aspiraciones; el animal de cabellos largos e inteEgencia corta del agrio Shopenhauer, bastante cas- tigado de semejarte ¿juicio por haber conocido solamente esta elase de mujeres. Estos son leales consigo mismos al negar de- rechos a la mujer por quien tienen una piedad muy semejante a la que solemos tener por los seres inferiores. Los otros son los que miran en esta nueva fuerza latente el empuje superior, la ambición noble, la conciencia sana, la cultura, la honradez, el tesón, el sacrificio, las virtudes, en fin, capaces de sobrepujarlos; y ellos, los masculinos de esta fracción, se ven tan pequeños que po pueden resistir a la idea de una igualdad de derechos que resultaría en el hecho desoladora desigualdad.

Respecto a los primeros, el convencimiento, aún cuando tar- dío, llegará sin duda alguna. Con sorpresa verán que el frágil biscuit llevaba armadura de acero; que la cabecita a pájaros que sólo parecía capaz de pensar en galas y fruslerías, contiene abundante y rica materia gris, y que aquellas manos que con Clemencia lusaura hordaban emblemas para los juglares de



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