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ENCUESTA FEMINISTA AR INA a em



tad y con poco intelecto—y hetairas para el placer con per- versa voluntad e intelecto desviado hacia la explotación del ins- tinto varonil.

Pero no se ha buscado hasta ahora. el hacer de las mujeres seres integros que completen y comprendan la otra parte de la naturaleza humana representada en el sexo opuesto, de ma- nera que, compenetrándose los espíritus y los corazones. «on los indisolubles vínenlos de un mismo pensar y de un igual sentir, sepan marchar juntos en la vida, brazo contra brazo, pecho con- tra peeko y conciencia contra conciencia, anudados por el te- nue y no obstante fortísimo lazo del hijo que gustosos deberían ambos guiar por los abruptos senderos de la vida, a la radian- te eumbre del ambicionado porvenir. m


Y eso, por encima de todo, es lo que busea nuestro feminismo.

Tacer de la mujer un sér completo, desenvolver sus can dades intelectuales y volitivas, hasta hoy, sobre todo estas úl- timas, olvidadas del todo por la educación; darle el sentimiento de la personalidad, enseñarle la libertad para que sepa afron- tar todas sus cargas eon el conocimiento de su responsabilidad ; darle conciencia de su valor social y de las consecuencias que entraña el ejercicio de la libertad frente a la colectividad en que se vive; libertarla económicamente, dándole medica de has- tarse a sí misma; libertar el sexo de la esclavitud que lss cos- tumbres sociales han anexado a la maternidad, haciéndola eeo- nómicamente esclava, cuando debieron colocar a la madre en el lugar que por derecho le conviene, por derecho de derechos, por- que llevando en su seno el destino de la Raza, le corresponda en ella el primero entre todos los lugares, el sitial de la Madre como un trono de reina. En cambio, leyes y costumbres impe- ran sobre la mujer madre, haciéndola dos veces esclava, por la dedicación constante al sér que engendran sus entrañas, que la mantiene sujeta de cada movimiento, de cada suspiro del niño que se cría—y esclava económicamente, porque nadie quiso re- conocer, ni en ley2s ni en decretos, que el primer deudor de una mujer que engendra, es el Estado, el Estado que beneficia de un ciudadano más, y que tiene el deber, jamás recordado por cierto, de arsparar ampliamente a quien, jugando su vida, y dan- do sus dolores y su sangre, aumenta el capital nacional con la riqueza de una abundante población.

Por eso nuestro feminismo quiere, como una de sus más fer- voroses aspiraciones y una de sus más trinofalos conquistas,


— BRA