Página:Estudios de lírica contemporánea.djvu/32

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para problematizar lo expuesto hasta aquí: Si el cierre del poema parece regresar al presente-de subjetividad, no hace mediante esa operación sino terminar de delimitar el sentido nodal del texto: memoria histórica y denuncia, recuerdo y protesta. En todo caso, la lirización ■nal (si así puede cali■carse) no deja de ser una reacción de apartamiento frente a lo dado-denunciado (la ley 4.144). De modo que el cierre es precisamente" eso: cierra las posibilidades de bifmcación del sentido. Hay una de■nida intención política. porque se busca denunciar la verdad de la historia, es decir el sentido. No obstante todo lo señalado, y si pensamos comparativamente los dos poemas revisados, hay entre ellos un factor común que negaría la oposición en que los ubicamos. Y es que “un viejo asunto”, discmso semánticamente estabilizado, estructuralmente narrati- vo-informativo, está sometido a recurrencias y equivalencias rítrnicas que le dan al menos un carácter poetiforrne: la disposición versual y estró■ca, el predominio de un metro (precisamen- te endecasflabos), las anáforas, las rimas (irregulares e intemasmás que nada), las aliteraciones, etc. Factores que, en una perspectiva forrnalista (Jakobson, R., 1985) permitirían ubicar sin dudas este texto en la categoría “poesía”. A tal postura podría objetársele que la disposición poetiforme de “un viejo asunto" no provoca en absoluto su lirización, en tanto carece de peso ante su fuerte modulación narrativa. En el mejor de los casos las recurrencias y equivalencias acentúan la presencia operante del sujeto de la enunciación, ponen en evidencia cierta intencionalidad subjetiva que no altera lo su■ciente el tipo de discurso dominante. De modo que este poema, narración versi■cada, sería en última instancia tan lírico como el epos o como el teatro clásicos, o mejor, como cualquier enunciado pragmático (el relato de un historiador, por ejemplo). Sin embargo, una y otra respuestas parecen simpli■caciones excesivas, y el problema reclama aquí una consideración de su complejidad teórica. Para terminar, dos problemas concomitantes que serán a su vez punto de partida Disposición poética o transformación del género usados en el intercambio verbal cotidiano, las poéticas de los sesenta programan precisamente .el efecto contrario: pragmatizar un discurso cuya tradición es justamente el alejamiento del uso corriente de los. signos; o mejor, construir un verosímil pragmatizante, una ilusión de ruptura con toda convención, ‘una ■cción de identidad entre escritura y habla. Puede resultar útil aquí usar el concepto de “disposición poética” de Gérard Genette (1972), de■nido como el conjunto de recurrencias y equivalencias que el discurso poético registra en distintos niveles distribución extema de los materiales, márgenes blancos y pausas tipográ■cas, recurrencias fónicas, rítmicas. auditivas, léxicas, etc.- Seguimos aquí a Susana Reisz de Rivarola (1986), cuando sostiene que esta “disposición poética” es condición necesaria pero insu■ciente de poeticidad: su uso frecuente en textos no literarios (publicitarios, por ejemplo) la invalida como condición de■nidora de los poético, y sobre todo de lo lírico, en contra de la difundida teoría que propone Roman J akobson (1985) en “Lingüística y poética”. En estos términos, el postulado básico" de las poéticas de los sesenta puede de■nirse como el de disponer de manera poetiforme el discurso pragmático: conferir cierto Si la poesía puede de■nirse como un trabajo de despragmatización de los signos