Página:Eyherabide, Margarita. Amir y Arasi, novela..djvu/10

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10 Margarita Eyherabide las señales en el cuerpo y uno que otro chichón que me hace cosquiyas.

— ¡Caramba! — dijo don Alvaro, ¿tan malo es?

Panchito respondió :

— ¿Qué si es malo? ¡la pucha! Y todo porque carpa y plante porotos en la quinta y traiga el agua en el barril y haga fuego pa cebar el amargo, y are la tierra como un guey. No señor; yo quiero ser peón de osté.

En ese momento, don Alvaro y el buen Pancho llegaban al patio del saladero. Don Alvaro echó pie á tierra y un mocetón robusto y fuerte, corrió á coger las riendas del alazán para llevarlo al palenque.

Panchito se tiró al suelo de un salto; trabó con una manea, las patas delanteras del animalejo, y corrió á las cuadras, retrepándose con agilidad de ardilla en un poste que constituía su atalaya.

La faena diaria del saladero, había comenzado ya.

Panchito, acostumbrado al espectáculo que pre- senciaba todos los días gracias á la argumentación de su astucia, palmoteaba de alegría y daba agudos gritos, atento á las menores peripecias y procla- mando á voz en cuello sus opiniones, referente á todo lo que estaba al aleance de su mirada.

De improviso, le cogen con fuerza de la casaca y Panchito se ve poco menos que remontado en el aire.

Vuélvese con sobresalto, pero al mirar el rostro del que le tiene cogido de tan mala manera, pro- rrumpe en una carcajada.

— ¿Te ríes? — le dice el otro. — Andá, andá, que el patrón te llama, añade entre dientes y hace una mueca y un ademán.