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Amir y Rrasi 31

con fanfarronerías escépticas, porque en nada se piensa seriamente; así, de nada se duda.

No se lastima el amor propio del engreído, con aires mefistofélicos. porque la inocencia no adivina la máscara y el orgullo innato no se pone en guardia.

¿Os complacéis en llevarlo al centro de una so- ciedad filosófica? — Los catorce años no entienden de sofismas más ó menos reales.

¿Sentís el anhelo de la sociedad ortodoxa? Llevadle. convencedle. Os seguirá, pero, si pudie- rais leer psicolóricamente en su alma, como en el exergo «de una medalla, indescifrable inscripción, cuando os hubieras imaginado un hombre de talen- to, os creerías atacado de hidrocefalia.

A los catorce años, se bebe el elixir de la vida, en copa de ingenuidades; se cree en todo; no se descifra nada.

El corazón. se baña subrepticiamente en enigmá- tica profilaxis; á los catorce años, sólo goza.

Amir, que así se llama el hermoso doncel hijo de don Alvaro, se sienta con gallardía en la silla y ya haría un regular maestro de equitación.

Cuando al galope de ** Ninon ”” recorre los cam- pos, con el sombrero de anchas alas echado sobre la nuca, los rizos de azabache caídos sobre la amplia frente. las mejillas rojas y brillantes los ojos, los patos silvestres que pueblan la laguna se esconden entre los camalotes para verle pasar, quizás encan- tados de su hermosura, subyugados quizá por el mágico encanto de su sonrisa buena y su mirada suave... Amir se levanta al amanecer, y aspira con fruición el aire puro de la campiña perfumada, y al volver de su excursión matinal, sonríe á la pers-