Página:Eyherabide, Margarita. Amir y Arasi, novela..djvu/49

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Amir y Rrasi si

— Pronto —le dijo cariñosamente -—se renova- rán aquellos lindos paseos á la caída de la tarde, euando tu volvías cansado de tus largas giras cam- pestres y yo salía á esperarte con las manos reple- tas de flores de la pradera que tanto placer tenía en reunir para luego ofrecértelas ¿recuerdas?

— ¡Ah! — dijo don Alvaro sin que su voz dela- tara una emoción hondamente sentida — entonces éramos más jóvenes, mucho más jóvenes que ahora, --- y, como queriendo hacer llegar á su esposa, el recuerdo de algo yu traidoramente impalpable en su alejamiento, la dijo: — ¿Recuerdas, Jova? ¿Lo recuerdas, dime?.

-— Pero, amigo mio — murmuró ésta. Si lo recuer- do como algo que ha de renovarse, como algo que no ha de ser sólo un pasajero goce que no vuelve más... una pasajera dicha. Yo no miro el pasado omo una ilusión; veo en él tu imagen y mi imagen unidas. Le miro como se mira una esperanza: él entreteje cantos de amor y suspiros de pena. Es piadoso, porque permanece suavemente cubierto con un tenue manto que mitiga muchas cosas... buenas y malas, afectuosas y despiadadas, oscuras y límpidas como las miradas de unos ojos que miran con solo el alma. Elige un elaro, querido Alvaro — continuó — pónle un marco verde, coloca en medio una imagen, haz que esa imagen sonría. Pónle luz en los ojos, y sonrisas en la boca. Esa imagen te guía... te promete venturas que llegarán. — Es una esperanza que te arrulla constantemente. Aquí se echó á reir.

— Mírame bien — añadió, haciendo un gesto de cómica coquetería ¿estoy ya, vieja? ¿mi rostro no daría deliciosa vista á tu cuadro? ¿no soy todavía