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guna parte. Su porte y sus modales indicaban al cumplido caballero,[1] y el solo perfil de sus facciones al hombre noble y de autoridad.[2]

A su vista, su oido y su gusto escedia lo esquisito de su olfato, y como su amor ardiente á la naturaleza lo conducia siempre á la contemplacion durante el dia, y á la observacion de los astros en las noches serenas, al ir navegando por las costas aspiraba con placer los balsámicos perfumes, que traian los soplos de la brisa, y admiraba enternecido las obras del hacedor, amando con pasión las flores, las aves y los peces. Por necesidad sencillo en su traje, no conocia mas lujo que el aseo, y el suyo era esquisito, advirtiéndose ademas de su primor que, como aficionado á olores, los ponia en sus ropas, en sus guantes y su papel de cartas, y hasta su pobre vivienda, adornada solo con curiosidades de historia natural, abundaba en ellos.

Sin embargo de que desde la edad de catorce años estuvo siempre en continuo roce con los marineros, no participaba de sus defectos ordinarios, pues aborrecia las imprecaciones, las coplas deshonestas y los juegos de envite. Apenas bebia, ni era dado á los manjares apetitosos, y conservaba en tierra la sobriedad de á bordo. Tan parco era que, habiéndose habituado en los puertos del Mediterráneo á las costumbres hijiénicas de los árabes, preferia los vejetales á las carnes, y el agua con azúcar prieto de Canarias y unas gotas de esencia de azahar á todos los licores.

El órden, el arreglo y la puntualidad presidian á sus ocupaciones. Gran conocedor de lo que vale el tiempo, y atento siempre á los consejos de la sana razon, no dejaba para otro dia lo que podia poner por obra en seguida, ni lo hacia á la ventura y sin premeditar, ni nunca se detuvo en el buen camino, si esperó

  1. El rostro luengo y autorizado. Herrera.
  2. Oviedo y Valdes. Historia natural y jeneral de las Indias &c., lib. II. cap. III. Traducción de Juan Poulér.