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Quizás no se vieron nunca los hijos de un rey tan desvalidos. Isabel no aportaba al casamiento sino un dote de esperanzas, y Fernando habia necesitado que le prestaran para todos sus gastos. No podian sostener su acompañamiento, ni menos aumentar sus parciales, porque su tesoro era el del arzobispo de Toledo, y este no muy jeneroso. Dependian de él por esta causa los jóvenes esposos, y en mas de una ocasion esperimentaron cuan pesada es la obligacion que se contrae con un inferior. Ademas de esto, les preocupaba el porvenir; pues el número de sus adictos disminuia, y Valladolid, la ciudad hospitalaria, se habia vuelto á don Enrique, teniendo ellos que retirarse a Dueñas, cada vez mas temerosos de los proyectos del rey, que acababa de entrar en Segovia. Entónces la amiga de Isabel, su compañera en la prision de Arévalo, doña Beatriz de Bobadilla, aprovechándose de la ausencia de Pacheco, arrostra el hablar de reconciliacion á don Enrique. Llega inopinadamente su hermana en compañia del primado, le pide perdon por su casamiento, y él de suyo bueno, y que en el fondo no podia menos de amar á tan encantadora criatura, la estrecha cariñoso entre sus brazos.

Villena murió algunos meses mas tarde, y su dócil monarca le siguió al sepulcro, dejando el cetro de Castilla á la infanta doña Isabel el dia 11 de Diciembre de 1474.


II.


Su primer paso en aquel momento, que tanto temia ella, como deseaba su marido, fué poner su corona bajo la proteccion del rey de los reyes, para que mientras estuviese en el trono todo fuera en mayor gloria de Jesu-Cristo, y felicidad de sus vasallos, implorando principalmente del soberano señor el don de