Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/177

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como una piel," á lo que añadian las palabras de san Pablo al comparar los cielos con un pabellon colocado sobre la tierra, idea que escluye la esferoicidad del mundo;[1] y por otra los menos ríjidos ó menos estraños a la jeografia, sostenian que, admitiendo la redondez de la tierra, el proyecto de ir á buscar rejiones habitadas en el hemisferio austral fuera quimérico, porque la otra mitad del mundo estaria ocupada por la mar Tenebrosa, abismo ilimitado y formidable; y que si por ventura un bajel llevado en esa direccion llegaba á las Indias, nunca podria tornar, en razón á que la pretendida redondez de la tierra formaria un obstáculo insuperable para lograrlo, por favorables que soplaran los vientos.[2] Y si les contestaba con datos tomados del arte de navegar, ó hijos de la esperiencia, le replicaban con autoridades de Lactancio y de san Agustin condenando la opinion absurda de los que creen en los antípodas, y justificaban los clásicos con el testimonio de los paganos Epicuro y Séneca.

Con respecto á Séneca, incurrian en un error involuntario; pues creyendo referirse al filósofo Lucius Annæus Séneca, y preceptor de Nerón, le atribuyeron

  1. El argumentar á Colon con las palabras citadas del apóstol y de David, prueba una vez mas, la parcialidad con que trataban algunos miembros de la Junta al proyecto, pues tanto san Pablo como el rey profeta hablaron tambien, y en repetidas ocasiones de la redondez de la tierra. Ademas, las palabras del salmista: Extendens cœlum sicut pellem, no podian, en nuestro concepto, ser mas fuera de propósito para rebatir el sublime pensamiento de Colon, puesto que todo el Salmo CIII en que se contienen, como dice el sábio Felipe Scio de San Miguel, es una descripcion poética y figurada de la gloria del señor que resplandece en todas las obras de la naturaleza. Tan lójico hubiera sido pretender que habitábamos en los abismos del Océano, porque á reglon seguido añade David: Que cubres con agua sus mas altos lugares, (Qui tegis aquis superiora eius). Véanse la Epístola de san Pablo á los romanos, cap. X, 18. y la dirijida á los hebreos, cap. I, 6; y los Salmos IX, 9. XIII, 1. LXXI, 8. LXXVI, 19. LXXXVIII, 12. LXXXIX, 2. XCII, 1. XCX, 10 y 13. XCVI, 4. XCVII, 7 y 9.
    N. del T.
  2. Fernando Colon. Historia del almirante, cap. IX.