Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/187

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Alonso de Quintanilla, hombre que por su elevación de espíritu y de miras, y su celo relijioso, era digno de tal huésped. Diversas ocasiones conversó con él S. A. acerca de su proyecto, asegurándole siempre que al concluir la campaña quedaria satisfecho; ¿pero cuándo se realizaria su promesa, si toda la morisma veia en Granada su último baluarte, que preparado de antemano para la defensa, ofrecia oponerla desesperada? ¿No era pues demorar la empresa de un modo indefinido, el aplazarla para cuando se acabase la lucha?

Al repasar en su mente las dilaciones, los desprecios, las burlas, las sospechas, las afrentas, los viajes, las antesalas que habia sufrido en silencio; al ver que su vida se iba gastando laboriosa é infructuosamente, para el cumplimiento de su obra, y temeroso de que España, sorda y ciega para sus propios intereses, é ingrata con su constancia, estuviera desheredada por la providencia de las glorias que él la tenia destinadas, cesó de insistir, y con el corazon rebosando amargura se alejó de la corte, decidido á pasar á Francia acto contínuo, para negociar con su rey, al que acababa de hacer una proposicion.

Al salir de Lisboa, preveyendo que España no admitiera su ofrecimiento, y con el objeto de no perder el tiempo, envió Colon á su hermano Bartolomé, para que tratara con el rey de Inglaterra en nombre suyo. Estaba desde entónces sin noticias de él; pero resolvió no proseguir lo que creia comenzado en Londres, sino en caso de no admitirlo el rey cristianisimo.

Antes de abandonar á España, tal vez para siempre, quiso llevar á Córdoba al lado de su mujer á su primer hijo, que habia quedado en poder del P. Marchena en el monasterio de la Rábida, y partió para el convento.