Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/208

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gun tanto, y sin poderse dar cuenta de ello sus mismas ideas, católicamente tomaba una parte activa en su obra, se honraba en servir á su apostolado y contribuir de esta manera á realizar el anhelo del bienaventurado fundador de su orden, que consistia en haber predicado á Jesu-Cristo, su cruz y su pobreza por el mundo todo. El P. Marchena trabajaba con el alma y el corazon para reanimar á los cobardes y decidir á los irresolutos, preparándolos con la persuasion y la autoridad de su ciencia. Ya solo, ú acompañado de su amigo, se le veia en todas partes; pero de seguro, que donde se hallara á Colón estaba el guardian de Santa Maria. Fue tal su actividad, é hizo tan honda impresión en el país, que veinte años mas tarde los que lo conocieron, conservaban la memoria de su celo, y aun despues que su nombre se olvidó, recordaban al mencionar la partida de Colon, que un franciscano lo acompañaba, lo asistia y lo auxiliaba por donde quiera.[1]

A pesar de estos afanes de Fr. Juan Pérez, el miedo, la rutina, ó un cuento desatinado daban en tierra en una sola noche con los buenos resultados, obtenidos en una semana de sermones náuticos. Por el litoral de la costa de Andalucia no se hablaba de otra cosa que de la expedicion, y como los marineros tenian por una quimera lo de descubrir tierras en la mar Tenebrosa, ningun piloto queria embarcarse.[2] Entonces tomó una resolucion definitiva el P. Marchena.

  1. Pleito.— Probanzas del almirante. Pregunta primera.— "Andando negociando de ir á descubrir las Indias con fraile de San Francisco, que andaba con el dicho Almirante."— Suplem. prim.á la colec, diplom.
  2. Deposicion de Juan Rodriguez de Mafra.— "Y no quiso ir por tener el descubrimiento por cosa vana como todos." Pleito. Pregunta 15. Suplem. primer, á la colec, diplom. t. III. p. 570.